En febrero de este año, el Ministro de Agricultura húngaro, Sándor Fazekas, anunció el nuevo plan Soros. El plan del multimillonario consistía -dice- en lograr que los húngaros abandonaran su cocina tradicional y comieran insectos en su lugar. El Ministro Fazekas rechazó categóricamente el plan: "el pueblo húngaro nunca come insectos, nunca".
Y no, no estoy bromeando. Esto ocurrió de verdad.
Campaña de difamación
Evidentemente, aunque Hungría ha sido pionera en el continente en todo tipo de cosas (como el fútbol ofensivo de los años 50 y el debilitamiento de la democracia en la actualidad), no es el único país en el que se utilizan campañas de desprestigio para obtener capital político. En Rumania, Klaus Iohannis, que prometió oponerse a la corrupción institucional que impregna el país, fue acusado de vender niños a traficantes de órganos cuando se presentaba como candidato a la presidencia.
En Polonia, Donald Tusk perdió su campaña presidencial en parte debido a que sus oponentes afirmaban que su abuelo se ofreció como voluntario para servir en el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial.
En Bulgaria, se acusó a miembros de la oposición de pagar a gente para que se manifestara contra el gobierno.
Parece que las afirmaciones políticas extravagantes funcionan. En primer lugar porque las víctimas de la difamación gastarán parte de sus recursos en limpiar su imagen. En segundo lugar porque sus partidarios debatirán sobre lo surrealistas que son estas afirmaciones, en lugar de concentrarse en señalar la actividad verdaderamente preocupante a la que se dedican quienes lanzan la calumnia. Y tercero, porque algunas personas puede incluso que las compren.
Hace algunos años, el profesor
universitario Spee Kosloff y sus colegas realizaron una serie de estudios muy interesantes. Descubrieron que cuando enfatizan que el ex
político estadounidense John McCain es viejo y los participantes de la investigación no lo son, estos son más propensos a apoyar la calumnia de que estaba senil. Cuando a los
sujetos de la investigación se les recordaba el hecho de que no son
afroamericanos, eran más propensos a apoyar la falsa afirmación
de que Obama es musulmán. La difamación política, si se hace
correctamente, funciona especialmente bien con la parte "indecisa"
del electorado.
¿Qué hay detrás de la cortina de humo?
¿Qué puedes hacer cuando los autoritarios difunden calumnias día sí, día también? ¿Cómo reaccionar ante eso? Para empezar, cuando veas que están entregados a producir basura, asume que algo traman. No se dedican a difamar por diversión, sería desperdiciar recursos. Si ocurre durante una campaña, no es difícil saber qué es lo que quieren. Más votos. Ganar las elecciones. Sin embargo, si sucede durante su mandato, ponte a buscar qué cambios legislativos han propuesto de los que no quieren que se hable.
Si los encuentras, por favor, habla sobre ellos, difunde. No malgastes energía en tratar de demostrar por qué las calumnias son falsas. Refutar una mentira solo funciona a corto plazo, a largo plazo ayuda a que la gente se acuerde de la misma. Es decir, cuando señalas que no es cierto que George Soros quiera que los húngaros coman insectos, puede que para muchos suenes convincente, sin embargo, tiempo después solo se acordarán de que dijiste algo sobre los insectos de Soros.
En lugar de pelearte por mentiras, explica a tu familia, parientes y colegas cómo se les está ofreciendo un hueso para que piquen. Y comparte con tus amigos en las redes sociales lo que hay detrás de la cortina de humo.