Las teorías modernas sobre la obligación política, es decir, las teorías que tratan de explicar por qué existe una obligación moral general de obedecer la ley, se agrupan, en términos generales, en dos categorías. Los teóricos transaccionales creen que debe haber alguna transacción moralmente significativa entre el sujeto y el Estado que establezca su deber de obediencia. Los teóricos no transaccionales creen que esto no es necesario: el sujeto puede encontrarse en una situación en la que debe obediencia, aunque no haya hecho nada.
Hay un tercer grupo también, que alega que no existe ninguna obligación moral general de obedecer la ley. Hablaremos de estos disidentes también, los llamados anarquistas filosóficos, en nuestro último artículo. Pero primero vamos a presentarte las teorías que sostienen que existen unas razones morales fuertes para obedecer la ley solo por el hecho de que es la ley, es decir, que la razón por la que debemos respetar la ley no es (o no solo) que estas nos requieren que hagamos lo correcto.
Aceptación voluntaria
Las teorías transaccionales sostienen que nuestra obligación de obedecer las leyes tiene que ver con algo que hemos hecho. Las teorías del consentimiento pertenecen a la categoría de las teorías transaccionales. Los teóricos del consentimiento creen que la razón por la que debemos respetar la ley es porque de alguna forma ya la hemos aceptado voluntariamente.
El requisito de voluntariedad viene de la creencia de que las personas nacen iguales y libres. Puesto que nacemos libres, no se nos pueden imponer ciertos deberes. Los teóricos del consentimiento sostienen que la obligación de obedecer la ley es un deber, y solo puede venir de la aceptación voluntaria. Si se puede demostrar que efectivamente hemos aceptado obedecer la ley, la cuestión queda resuelta.
Si aceptamos que el consentimiento, la voluntariedad es la base de la obligación política, ¿deja esto lugar para la denuncia de irregularidades? Hay que tener en cuenta que cuando damos nuestro consentimiento a algo, esto normalmente no es absoluto. Por ejemplo, imagínate que has quedado con una amiga en el cine a las 18h, pero de camino eres testigo de un accidente y tus conocimientos de primeros auxilios resultan cruciales para salvar a la víctima, llegar tarde a la cita estará justificado. De la misma manera, es posible que hayas aceptado obedecer las leyes, pero si puedes salvar vidas revelando, por ejemplo, la malversación de un fondo de pensiones, no obedecerlas estará bien justificado.
El gran problema
Sin embargo, la teoría del consentimiento tiene un gran problema: muy pocos ciudadanos de las sociedades modernas, normalmente ciudadanos naturalizados, dan su consentimiento expreso a las leyes de un país. Para evitar este problema, los teóricos del consentimiento han intentado argumentar que en el pasado nuestros ancestros acordaron establecer un Estado y obedecer sus leyes. Pero esto tampoco funciona realmente, porque si nacemos libres e iguales, ¿cómo podemos estar obligados a cumplir las promesas hechas hace muchas generaciones en nuestro nombre?
Otros teóricos sostienen que las personas sí otorgan su consentimiento, pero no expresamente. Puedes aceptar la obediencia a la ley al realizar cierto tipo de actos u omisiones. El filósofo de la Ilustración John Locke argumentaba que ser dueño de una tierra, vivir en una casa y disfrutar de ciertos beneficios que proporciona el gobierno son este tipo de actos. Los teóricos del consentimiento moderno dicen que participar en las elecciones, postularse para un cargo o solicitar un pasaporte significa también tu consentimiento.
Consentimiento tácito
El problema con esta solución, la llamada teoría del consentimiento tácito, es que si no tienes noción de que por cierto acto u omisión estás de hecho aceptando obedecer las leyes, difícilmente se puede considerar que estás obligado a obedecerlas bajo tu propio consentimiento. Además, para que tu consentimiento sea libre y voluntario, debes ser capaz de retirarlo sin que suponga un gran coste personal. La residencia claramente incumple ambos criterios, y podría decirse que el resto de las otras acciones mencionadas incumplen al menos uno de ellos.
Si todavía simpatizas con las teorías de consentimiento, te sugerimos que leas este libro. Por supuesto, hay otras teorías que explican por qué debemos obedecer la ley. Estate pendiente de nuestro próximo artículo sobre la igualdad y las teorías de gratitud de la obligación política.