El centro Baobab es un extraordinario ejemplo de lo mucho que se puede hacer, por todos y cada uno de nosotros, para contribuir con nuestra aportación al manejo de la que es posiblemente la mayor crisis humanitaria de nuestro tiempo.
El Baobab es un pequeño centro de tránsito para refugiados y solicitantes de asilo que no desean ser identificados en Italia, ya que esperan continuar su viaje hacia "la verdadera Europa" - muchos fantasean con Alemania - y encontrar protección allí.
El Baobab como un movimiento de base
El Baobab está totalmente dirigido por voluntarios y no recibe un solo euro de las autoridades públicas, y, como tal, ofrece un notable ejemplo del impacto que pueden tener los movimientos de base que ayudan y dan la bienvenida a los refugiados.
El centro fue inaugurado en un club cultural para eritreos a principios de junio de 2015 con el fin de proporcionar un refugio seguro a los desalojados de los campamentos improvisados de Ponte Mammolo y Stazione Tiburtina, y terminó alojando hasta 300 personas al día, todo gracias al trabajo voluntario de los ciudadanos normales y las organizaciones de la sociedad civil.
Todos los días viene gente a hacer donaciones de todo tipo - comida, ropa, artículos de higiene y medicamentos más necesitados - y suelen quedarse a echar una mano. Se han creado dos dormitorios en condiciones - uno para hombres, otro para mujeres -, así como una enfermería (donde el tratamiento de primeros auxilios es proporcionado por médicos voluntarios), una peluquería autogestionada y una enorme cocina para preparar las dos comidas diarias que se ofrecen (durante el verano, hasta 500 personas llegaron a acudir a los almuerzos y cenas).
Un día en el Baobab
En principio, los equipos del Proyecto 19 millones iban a hacer una visita única al Baobab, pasando allí una tarde de noviembre luminosa y soleada, y sin embargo la gente siguió volviendo allí de nuevo una y otra vez, para llevar alimentos y hablar un poco más con las personas que viven temporalmente en el centro.
Como las cosas están un poco más tranquilas en el centro - que alberga ahora algo menos de 100 personas - algunos de los magníficos voluntarios que trabajan allí se tomaron el tiempo para mostrarnos y explicarnos cómo funcionan las cosas. Viola, que enseña Pilates cuando no está en el Baobab, nos muestra cómo preparan el kit de bienvenida para las personas que acaban de llegar al centro.
En una habitación caótica donde se amontonan montañas de ropa, sonríe cuando piensa que las mujeres entran a lo que llaman "la boutique" para escoger su propia ropa, y piden cambiar un elemento por otro que es más de su gusto: "Entonces entiendes que están empezando a sentirse seguros".
Hasta pronto
Finalmente, terminamos en el espacio exterior, decorado con graffiti - "Refugees Welcome", se lee, y "Protect People, Not Borders". También hay coloridos murales. Algunos niños nos piden que juguemos futbolín con ellos; un joven nos avisa: "Soy bueno jugando al fútbol también", y demuestra la veracidad de su palabra con algunos toques de balón; otro pide a uno de los fotógrafos que le deje probar su cámara y termina sacando fotos de todos los que están cerca.
Las conversaciones siguen saltando y fluyendo, y ya empieza a oscurecer cuando por fin volvemos a salir. Una adolescente parlanchina que lleva una camiseta rosa y pendientes a juego nos saluda desde la esquina de la calle y nos pide que regresemos pronto.
Sin duda, lo haremos. ¿Y tú?
