Gente joven en la calle, delante de un bar, charlando y pasándose un porro. Algunos dan una calada, otros no. Esta es una imagen conocida para cualquiera, en directo o por la televisión. El cannabis es una droga que se consume normalmente en grupo; en este caso, compartir la hierba no constituye tráfico. Sin embargo, si se descuidan y les pilla la policía, estos jóvenes que comparten un porro pueden verse acusados de un delito de tráfico de drogas. Esto es lo que le ocurrió a Domonkos, un estudiante universitario que vive en Budapest. Su único delito: fumarse un porro con un amigo. Tuvieron mala suerte, unos policías que hacían la ronda en bicicleta les pillaron infraganti y les llevaron a comisaría esposados. Pasaron allí largas horas, sometidos a interrogatorios y dando muestras de orina. Domonkos pensaba que, como consumidor, saldría sin ningún cargo importante. Desgraciadamente, estaba equivocado. Al reconocer que había pasado el porro a su amigo, se le acusó de tráfico de drogas. Fue entonces cuando solicitó la ayuda del Departamento de Ayuda Legal de la Hungarian Civil Liberties Union.
Hay una diferencia significativa en cuanto a las consecuencias legales para consumidores o traficantes. Los consumidores pueden optar por un programa de rehabilitación de seis meses como alternativa a ser procesado por un delito. Normalmente conlleva la participación en asesorías individuales o colectivas en algún centro para el tratamiento del consumo de drogas y no llega a aparecer en ningún historial delictivo. Sin embargo, los castigos para los traficantes se imponen de manera indiscriminada por los tribunales y los delitos por tráfico constan en los historiales delictivos (lo que, entre otras cosas, impide a una persona entrar en Estados Unidos). El tráfico de pequeñas cantidades de drogas se castiga con hasta dos años de cárcel; en caso de jóvenes sin antecedentes, como Domonkos, lo más común es pagar una multa o que se te imponga una pena de cárcel que no se llega a cumplir. Sin embargo, cuando la persona que comparte la droga es menor de edad (menos de 18 años) y consume la droga con otros menores en las instalaciones de una institución educativa (por ejemplo, durante una fiesta del colegio) ¡puede ser castigada con cárcel de uno a cinco años!
El Dr. Szabolcs Sánta, abogado de la HCLU, solicitó al tribunal en la sesión del jueves pasado anular el proceso delictivo contra Domonkos, que no traficó, sino que consumió drogas junto a otras personas. Desgraciadamente, la solicitud fue rechazada por el tribunal; no se ha dictado sentencia y el caso será visto por un tribunal de apelación.
En 2002, se introdujo en el Código Penal una categoría jurídica relativa a pasar drogas con el propósito de consumición conjunta; las personas que se fumaban un porro juntas podían así optar por el programa de rehabilitación. Sin embargo, la posibilidad de que las personas que consumían drogas en común eligieran el programa de rehabilitación fue anulada por el Tribunal Constitucional en 2004, al afirmar que esta medida podía representar una agujero legal para los traficantes, que evitaban el castigo al ser tratados como consumidores. Nosotros y muchos otros profesionales hemos criticado esta decisión del Tribunal Constitucional argumentando que precisamente llevará a los tribunales a simples consumidores que serán clasificados como traficantes. El caso de Domonkos demuestra la validez de este punto de vista.
La solución verdadera sería dejar de castigar el consumo de cannabis tal como se hace actualmente, tanto si se consume individuamente o en grupo. Miles de jóvenes son hostigados por el Estado solo por fumar un tipo de planta que, incluso aunque no sea totalmente segura, desde luego no es responsable de ninguna muerte, como el alcohol o el tabaco. La gran mayoría de los fumadores de hierba son consumidores puntuales y miembros útiles de la sociedad, ¡y sin embargo se gastan miles de millones de florines en procesarlos! Este dinero y esfuerzo debería dedicarse, en cambio, a la persecución de los políticos corruptos.
Péter Sárosi