Lo que está sucediendo en el Centro Cultural Baobab de Roma es impresionante: los ciudadanos romanos se ofrecen voluntarios para trabajar un día tras otro, para recibir a los migrantes y los huéspedes.
El centro se puso a disposición de la acogida de refugiados tras las dos grandes evacuaciones de Ponte Mammolo y la Estación Tiburtina. Acoge ahora a unas 300 personas al día. La mayoría son de Eritrea, Somalia, Etiopía y Sudán del Sur. Se quedan tres o cuatro días y después se van, con la esperanza de encontrarse con sus familiares y amigos en los países del norte de Europa.
El Centro Cultural Baobab es una realidad singular en el amplio marco de los centros de asistencia para migrantes en Italia, ya que es el único que se autogestiona totalmente. De hecho, la comunidad eritrea de la capital lleva años al cargo del centro.
El lugar es también conocido por las organizaciones de la sociedad civil por haber celebrado en 2010 una cena organizada por Salvatore Buzzi, el antiguo presidente de la cooperativa social 29 Giugno, que más tarde fue relacionada con el escándalo de corrupción en Roma en 2014 apodado "Mafia Capitale".
De leche a medicina
Tras el escándalo, el centro fue cerrado y se volvió a abrir para ser utilizado durante la emergencia inmigratoria de junio de 2015. Ahora, decenas de voluntarios preparan y sirven comidas, reparten ropa y ayudan con cualquier otra necesidad de las personas que llegan al centro a diario.
El apoyo de las asociaciones y los ciudadanos locales ha sido inmediato. Cada día la gente llega con botellas de agua, leche, pasta, galletas, ropa y calzado, artículos de aseo, medicinas y otras cosas, y la mayoría se queda para echar una mano.
Aunque manejar la situación nunca es fácil, la organización del centro es bastante eficiente. Se ha preparado un gran dormitorio con literas y camas de campamento, hay aseos con duchas, un almacén donde se guardan todas las donaciones, un amplio comedor y una enfermería con equipamiento para primeros auxilios.
Hay personal médico disponible en el centro dos veces por semana que realiza visitas regulares: la Cruz Roja italiana ha proporcionado una unidad móvil de asistencia con médicos, enfermeras y mediadores culturales.
Sentirse a gusto
En la cocina del centro, 10 voluntarios preparan unas 500 comidas para el almuerzo y otras tantas para la cena. Los huéspedes también ayudan: unos cortan el pan, otros lavan la fruta, otros llenan las botellas de agua.
Cuando la comida está lista para ser servida, los migrantes hacen cola y esperan su turno ordenadamente. Siempre se muestran agradecidos; "gracias" es una de las primeras expresiones que aprenden.
Hay también una especie de tienda. Los voluntarios separan por tallas la ropa donada y la colocan en los estantes. Las personas que necesitan cambiarse acuden a la tienda y eligen la prenda que les va mejor.
Después de haberlo perdido todo, se ponen muy contentos al ver que pueden llevar puesto algo que les hace sentirse a gusto.
Juguetes
Muchos padres traen juguetes de sus hijos y se ha preparado una zona de juego para los pequeños. Hay unos 10 niños cada día en el Baobab. Algunos voluntarios de Save the Children se ocupan de ellos y ayudan a las madres.
Es impresionante lo bien que funciona todo a pesar de las dificultades. Los ciudadanos lo hacen posible. La donación espontánea de sus cosas y su tiempo ha demostrado que Roma es capaz de recibir a los refugiados y mostrarles solidaridad y así contribuir a construir esta pequeña porción de un mundo mejor.
Grazia Parisi