Una serie de empresas con mucho poder están impulsando tecnologías que están cambiando nuestras vidas. No se trata solo de las redes sociales, las aplicaciones y los dispositivos conectados a Internet de empresas como Facebook y Amazon, también de toda la tecnología de vigilancia de las empresas más turbias. Trabajamos para proteger la libertad de expresión y la privacidad en el mundo digital, y para que la tecnología se utilice para buenas causas, no como una herramienta para manipular, espiar y discriminar.
Privacidad
Nuestro derecho a la privacidad nos da la libertad de pensar y decir lo que queremos, de dedicar tiempo a las cosas y a las personas que nos importan y de debatir sobre los temas que nos interesan sin temor a que nos juzguen. Casi todo lo que hacemos deja algún tipo de rastro en internet. Desde las cámaras de las estaciones de tren, a las aplicaciones de nuestros teléfonos, pasando por las cosas que compramos. Por desgracia, tanto empresas como gobiernos quieren recopilar esta información privada, y así averiguar qué deben hacer para que compremos sus productos o votemos a favor de sus políticas.
Vigilancia
Los avances tecnológicos permiten que empresas y gobiernos puedan vigilar prácticamente todo tipo de información sobre la ciudadanía en todo momento. Desde las prendas que miden nuestro ritmo cardíaco hasta las aplicaciones que utilizamos para controlar la calefacción de nuestra casa, las bases de datos que almacenan nuestro historial de Internet y nuestros correos electrónicos, o los sistemas de video vigilancia CCTV que utilizan el reconocimiento facial. Cuando sabemos que se nos está vigilando, nos autocensuramos, pues no nos sentimos libres para hacer, decir y pensar lo que nos parece. Esta invasión de nuestra privacidad es verdaderamente nociva para la democracia, ue precisa libertad para discutir y debatir ideas y opiniones. Pero también nos preocupa que tanto las empresas como los gobiernos recopilan esta información y la procesan con algoritmos para hacer predicciones sobre la ciudadanía.
Inteligencia Artificial
Cada vez más, tanto gobiernos como empresas, utilizan algoritmos para tomar decisiones sobre las personas, pues resulta mucho más barato que contratar a alguien, un proceso que se suele clasificar como inteligencia artificial. Sin embargo, un algoritmo es simplemente una ecuación complicada que toma una decisión a base de comprobar cómo se ajusta la información a determinados criterios. Los algoritmos son buenos para algunas cosas, como hacer una simulación del cambio climático o jugar al ajedrez. Pero las empresas y gobiernos los utilizan para tomar decisiones que dependen de una comprensión de cuestiones como la cultura, el arte, la ética y la psicología humana. Por ejemplo, para decidir si se nos daría bien un trabajo concreto, si es probable que cometamos un delito o si algo que hemos dicho es una parodia o es discurso de odio.