A cinco meses de las elecciones europeas, resulta más difícil que nunca predecir lo que supondrá para la democracia europea. La incertidumbre del Brexit, la campaña de desinformación de Rusia contra la UE y el desencanto de los votantes hacia los partidos mayoritarios son solo algunos de los elementos a tener en cuenta. Además de las elecciones europeas de 2019, 17 Estados miembros de la UE celebrarán elecciones parlamentarias y presidenciales o locales y regionales, lo que aumentará aún más la incertidumbre sobre el futuro político del continente.
Lo que es seguro es que Jean-Claude Juncker no se presentará a la presidencia de la Comisión Europea por segunda vez, y su sucesor podría ser Manfred Weber -si el Partido Popular Europeo mantiene su dominio sobre las instituciones de la UE- o el actual vicepresidente primero de la Comisión Europea, Frans Timmermans, del grupo de los Socialistas y Demócratas. Esto, por supuesto, si el tándem PPE y S&D no sufre pérdidas en las elecciones. Lo cual es muy posible, pues los partidos verdes también están ganando apoyo en varios Estados europeos.
A pocos días de que Rumanía asuma la Presidencia rotatoria de la UE (que relevará Finlandia durante el segundo semestre del año), existen muchas incertidumbres políticas que podrían afectar a su eficacia y posición. El gobierno rumano se encuentra desde este verano en una situación complicada en la UE, derivada de una serie de conflictos relacionados con el Estado de derecho y la libertad de expresión en el país.
Y por si todo esto no fuera poco, el presupuesto común de la UE también finaliza en otoño de 2019, lo que carga un poco más las negociaciones entre los distintos gobiernos nacionales.
Los acontecimientos políticos europeos mencionados generan mucha incertidumbre sobre el futuro de nuestra democracia y, en concreto, sobre cómo abordar desde la UE el hecho de que un Estado miembro desmantele su Estado de derecho.