Hacia las 9.30 de la mañana del 11 de mayo llegaron al campamento de migrantes de Ponte Mammolo, en la periferia este de Roma, excavadoras y policías antidisturbios para arrasar con todo. Llegaron sin previo aviso y sin dar tiempo siquiera a los habitantes del campamento a recoger sus pertenencias básicas, tales como ropa, dinero, papeles y medicinas.
El Campamento Arcoiris, como se le denominaba frecuentemente, era el hogar de 400 personas de distintas religiones y nacionalidades que llevaban décadas viviendo juntas y en paz. La mayor parte de ellas eran refugiados de Somalia y Eritrea y muchos salieron corriendo por miedo a que la policía les detuviera e identificara. De acuerdo con el Reglamento de Dublín, cuando los migrantes llegan a Europa deben ser identificados y están obligados a presentar su solicitud de asilo en el primer país donde pisen tierra.
Han perdido todo
Pero los que se encontraban en el Campamento Arcoiris querían abandonar Italia y reunirse con sus familiares que les esperaban en países del norte de Europa, por eso se escondían de las autoridades. Son los nuevos "invisibles", las personas que pretendemos no ver, que viven en los márgenes de nuesras ciudades, sin derechos y sin dignidad.
Las precarias barracas de Ponte Mammolo también eran el hogar de muchas personas que llevan tanto tiempo en Italia que ya tienen la residencia permanente e incluso, en algunos casos, ya son ciudadanos italianos. Ahora lo han perdido todo, incluso los documentos que tanto esfuerzo les ha costado conseguir.
A algunos de ellos les colocaron en centros de acogida de la ciudad, otros se quedaron en casas de amigos. Pero 100 personas se negaron a irse. Se trasladaron a un aparcamiento al lado del campamento arrasado e instalaron tiendas de campaña que les proporcionaron algunos vecinos y una tienda de deportes. La solidaridad de los romanos fue inmediata. Muchos siguen trayendo comida, mantas y ropa limpia. Todo el mundo está echando una mano.
Una forma mejor
Las autoridades romanas, a través de la concejala de política social, Francesca Danese, han declarado que el desalojo fue una decisión que tomaron porque la situación era insostenible, especialmente por cuestiones importantes de higiene y salud en el campamento. Pero las organizaciones de defensa de los derechos humanos reclaman que hay mejores formas de resolver el problema. Llevan años trabajando para encontrar soluciones de vivienda justa para estas personas.
Recientemente, se habían estado reuniendo organizaciones de migrantes con ONGs y autoridades locales para acordar un plan de integración social real, que tuviera en cuenta las distintas características de los grupos sociales que componían el campamento. Pero la operación de demolición fue tan repentina e inesperada que cualquier intento de mediación fue en vano y su resultado ha sido paradójico, pues muchos han acabado en las calles, viviendo, si cabe, en peores condiciones que antes.
Hablamos con Alberto Barbieri, presidente de MEDU (Médicos por los Derechos Humanos), organización con la que Antigone comparte numerosos proyectos, que se encontraba en el campamento en el momento de la demolición. Dice:
"Hay seis cosas que no se deben hacer durante una evacuación: llevarla a cabo sin buscar soluciones alternativas para todos los habitantes, especialmente los más vulnerables; llegar de forma precipitada sin haberlo notificado previamente a los habitantes; dar 30 minutos o menos a las personas para que saquen sus pertenencias; amenazar, intimidar y agredir a los habitantes y a los asistentes humanitarios; desmantelar viviendas con personas dentro, incluidas personas enfermas y niños; destruir sin tomar ningún tipo de precaución, chabolas probablemente construidas con amianto. Todo ello ocurrió en Ponte Mammolo y ahora queremos saber quién es responsable".
El pasado mes de febrero, el Papa Francisco visitó el campamento de Ponte Mammolo por sorpresa. Rezó una oración en castellano junto con muchos niños latinoamericanos que vivían allí y dejó palabras de esperanza para todos. Una esperanza que ni las máquinas excavadoras serán capaces de destruir.
Grazia Parisi