Era principios de 2017 y los empleados de una oficina anodina de una pequeña calle de San Petersburgo tenían motivos para estar aturdidos. Su aplicación en línea, FaceApp, había explosionado casi de la noche a la mañana. El aumento de su popularidad se debió al filtro de transformación facial, que permitía que los usuarios subieran fotos y realizaran alteraciones realistas sobre las mismas: añadiendo una sonrisa, por ejemplo, o utilizando un "filtro de calor" para quitarse unos años.
La cobertura de la prensa fue inmensa y aduladora. Aparecieron noticias en las publicaciones más importantes sobre teconología, así como en los principales medios de comunicación internacionales. Pronto la aplicación tendría 80 millones de usuarios. Pero, como en una foto, la suerte de FaceApp cambió. Saltó una polémica sobre uno de los filtros de la aplicación, el llamado filtro étnico, que permitía que los usuarios alteraran sus fotos para verse con otros colores de piel. La prensa empezó a sacar noticias negativas y luego desapareció. Los usuarios también.
Hasta ahora. FaceApp está teniendo su segundo momento cumbre, una vez más, se ha hecho viral gracias al filtro de edad de
la aplicación, que utiliza inteligencia artificial para ofrecer al usuario una
imagen del aspecto que podría tener en unas décadas. ¿Quién se va a negar a ver el futuro? La prensa ha vuelto a prestarle atención. También los usuarios. FaceApp superó recientemente a Instagram y Whatsapp en la lista
de aplicaciones más descargadas del Apple App Store. La explosión de
popularidad también ha dado lugar al FaceApp Challenge, en el que todo el mundo, desde tu
vecino hasta tu estrella de pop favorita, comparte sus fotos filtradas y envejecidas para compararlas con otras y compartir su inquietud.
El verdadero coste del falso envejecimiento
Pero no todo es diversión y juego. Los usuarios aceptan (a menudo sin saberlo) un negocio inmenso, cediendo no solo los derechos sobre la imagen que alteran, sino también una gran cantidad de datos personales, incluido su historial de navegación. Esta información se almacena en los servidores de la empresa tanto en Estados Unidos como en Rusia. De acuerdo con sus condiciones de uso y política de privacidad, FaceApp se reserva el derecho de hacer lo que quiera tanto con las fotos que se suben como con el resto de datos que puede recopilar, a menudo a través de cookies y archivos de registro.
La mayoría de los usuarios de la aplicación no son conscientes de que la foto que suben no se altera directamente en su dispositivo. De hecho, se sube a una nube y a partir de ese momento es propiedad de FaceApp. Bajo los términos y condiciones antes mencionados, FaceApp tiene la propiedad "perpetua, irrevocable, no exclusiva, libre de regalías y a nivel mundial” de todas las imágenes subidas, así como la libertad de "usar, reproducir, modificar, adaptar, publicar [y] traducir" las imágenes como quieran.
No existe ninguna razón tecnológica para que FaceApp mueva las imágenes a una nube, si no es para tener el control sobre las mismas. Las imágenes podrían perfectamente procesarse directamente en los dispositivos de los usuarios. Yaroslav Goncharov, el director general de la empresa, alega que es para ahorrarles ancho de banda a los usuarios y que muchas fotos se borran en el plazo de un mes de todos modos. Por supuesto, no hay forma de verificarlo.
FaceApp infringe la legislación de la UE
Todo esto abunda en que la base legal de FaceApp en Europa sea muy sospechosa. La traducción o transmisión de las fotos y datos de los usuarios a terceros, sin el consentimiento explícito de cada usuario, viola el Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea. También lo hace el traslado de dichos datos a cualquier lugar que la empresa desee sin la autorización previa del usuario.
En una entrevista el mes pasado, Goncharov aseguró al The Washington Post que FaceApp no comparte ni vende datos con terceros. Sin embargo, un análisis de seguimiento realizado por el periódico reveló que los datos de FaceApp se entregaron a rastreadores de Facebook y Google que muchas aplicaciones utilizan para anuncios en línea. De acuerdo con la política de privacidad de la empresa, también conserva el derecho de guardar todas las fotos y datos de los usuarios, incluso si el usuario los elimina de su cuenta personal.
Muchas personas señalan, y tienen razón, que FaceApp no está haciendo nada ni respecto a los datos que recolecta ni con sus términos y condiciones, que no hagan otros en la industria. Pero, las respuestas del fundador a los problemas de privacidad que plantean, han sido, como mínimo, poco honestas. También es preocupante que la empresa considere que Rusia es su hogar, un lugar bajo el control totalitario de un hombre cuyo gobierno cosecha y manipula activamente los datos de Internet para entrometerse en las elecciones extranjeras.
Tampoco hay razón alguna para que aceptemos el relativismo de los apologistas de FaceApp y dejemos de lado nuestras preocupaciones sobre la privacidad. El control que ejercen las empresas de redes sociales y las aplicaciones de Internet sobre nuestros datos personales -y la cantidad de datos que recopilan sin nuestro conocimiento- es algo que nos debería haber preocupado ya hace mucho tiempo. Si el debate sobre la privacidad en torno a FaceApp sirve para que luchemos por lograr un poco más de control sobre nuestros datos frente a estas empresas, poco importa que el punto de inflexión haya sido el filtro de envejecimeinto de FaceApp. El debate podría -y debería- haber llegado mucho antes.