Algo esta pasando aquí.
Que no es
del todo claro.
George Orwell estaba muy enfermo cuando se publicó 1984 en 1949 (moriría apenas seis meses después). Lejos de ser el mejor libro de todos los tiempos, 1984 no es literalmente arte, su redacción no exige mucho al lector y tampoco tiene grandes frases a nivel literario. Pero es un clásico por muchas otras razones y se sigue leyendo y comparando con la realidad actual de los lectores.
Pienso en esto antes de quedarme dormido. Debería estar pensando en la procreación del unicornio, pero estoy pensando en toda la información que tiene mi smartphone sobre mí, y si de hecho debería cubrir la cámara de mi ordenador portátil con cinta radhesiva. ¿Estamos viviendo en 1984? Me pregunto esto mientras trato de quedarme dormido. Seguramente la capacidad de vigilancia de mi gobierno supera con creces lo que Orwell imaginaba. Pero en 1984, todo el mundo sabía que el gobierno ejercía control. Me pregunto cuál es el caso hoy. Como no podemos ver pruebas del Gran Hermano a diario, es muy fácil descartarlo directamente.
Hay un hombre con una pistola por
allí
Diciéndome que tenga cuidado.
Odio saltarme el desayuno, pero aún más llegar tarde. Ahora voy corriendo, con el pelo todavía mojado y no encuentro las llaves. ¡¿Dónde están esas malditas llaves?! La radio suena desde la cocina - Avicii me pide que le despierte cuando todo haya terminado. Despiértame, Avicii, tú a mí, en cuanto termine mi presentación. De repente, la canción se corta y se escucha una voz grave.
"Esta es una alerta de seguridad: el nivel de alerta terrorista nacional se ha elevado a Rodolfo el reno, repito, Rodolfo el reno. Se insta a todos los ciudadanos a que se mantengan vigilantes y denuncien cualquier actividad sospechosa".
Me parece extraño. Nunca había oído una alerta como esta. Pero mi mente aún está ocupada con la presentación. Y esas malditas llaves. Mi gato, Alfredo, abre un ojo desde su pedestal sobre el radiador. Debe estar pensando en lo ridículo que soy, con tanta prisa, pero su Fancy Feast no se compra solito.
Es una mañana bastante oscura. Recito la presentación en mi cabeza - es sobre la ética de los unicornios criados en granjas y sobre si es una forma sostenible de asegurar la supervivencia de la especie. Compro un periódico en el quiosco y leo la primera página. El titular principal parece estar relacionado con lo que escuché en la radio: Gran ataque terrorista frustrado; la policía alerta de que la amenaza persiste. La noticia recuerda a los lectores que deben ser muy cautos y denunciar a cualquier persona que parezca sospechosa. Incluso usa las palabras "que parezca que no sea de este país". ¿Qué significa eso? Casi no hay minorías aquí, debido a la reciente reforma migratoria.
Entonces veo algo que realmente hace
que los unicornios se lancen al galope en mi cabeza: hay una concentración de varias decenas de personas en la estación de metro. Mi curiosidad
supera mi obsesión con la puntualidad y me acerco a la multitud. Mientras lo hago,
empiezan a sonar sirenas y llegan un montón de coches de policía que nos rodean.
"A todos los manifestantes: preparen sus tarjetas de identificación." Estoy encajonado en el grupo de manifestantes. Los unicornios vuelven a galopar. Ya debería estar en la oficina. No puedo quedarme. Ni siquiera estoy protestando. Le pregunto a uno de los policías por qué han venido.
"La pregunta es, ¿por qué estás tú aquí?", me responde.
"Soy libre de moverme a donde quiera, y quería echar un vistazo a la multitud", respondo, pero él sigue revisando mis documentos y vaciando mis bolsillos.
"Es solo por precaución", dice. "Una nueva directiva del gobierno. Parece que ha habido una alerta de ataque terrorista. Puedes irte. No es contra ti, es para ti".
Me voy corriendo a la oficina.
La paranoia
ataca profundamente
Se cuela dentro de tu vida
Voy más o menos por la mitad de mi presentación de PowerPoint, exponiendo los beneficios nutricionales de los distintos tipos de césped para unicornios recién nacidos. El césped Bermuda crece con bastante facilidad, pero no es tan nutritivo como la festuca. Creo que todavía dos o tres de mis colegas siguen prestando atención.
Al final de mi presentación, la primera pregunta viene de mi jefe. "¿Participó en la protesta contra el unicornio por la mañana?"
Jadeo. "Sí. No. Accidentalmente. Me tropecé con ellos."
"Será mejor que recojas tus cosas. Tengo pruebas fotográficas de que estuviste allí".
Según me doy la vuelta, añade: "Ahora está en tu expediente".
Mi amiga Veronika se levanta y exige una explicación.
"Me ha llegado la foto del Ministerio de Interior", dice mi jefe. Todas las cabezas se vuelven hacia mí. Entonces él dice: "Veronika, puedes tomar su lugar, además prestas más atención a la fertilización in vitro".
"Pero somos amigos, quiero que se quede", dice.
"Es tu decisión", dice nuestro jefe. "El puesto es tuyo si lo quieres. Tienes 30 minutos para pensártelo." Veronika me mira.
Me voy de la oficina. Ya está oscuro. Voy recordando todo el transcurso del día. Me voy con prisa, esperando que me den
palmaditas en la espalda por mi excelente presentación. La policía
sigue en todas partes. ¿Supone realmente una amenaza de seguridad una protesta contra los unicornios? La verdad, la policía no me hace sentirme más seguro. Pero trato de no pensarlo y paso un momento por el supermercado de camino a casa. Por un Fancy Feast.