Hace veintinueve años, un politólogo relativamente desconocido, Francis Fukuyama, publicó un ensayo en una pequeña revista de Washington llamadaThe National Interest. El ensayo "¿El fin de la historia?" lo convirtió en una superestrella. Fukuyama sostenía que estábamos viviendo "el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano", y que el triunfo de la "idea occidental" era evidente, ya que todos los competidores ideológicos del liberalismo estaban muertos o muriendo.
Una "forma superior" de sociedad humana
Cuando su bestseller, El fin de la historia y el último hombre, apareció tres años más tarde, la Unión Soviética había desaparecido - y también el signo de interrogación de su título. La historia acababa de terminar. La democracia liberal occidental había ganado. No es que todas las sociedades se fueran a convertir inmediatamente en grandes sociedades democráticas liberales, decía Fukuyama, pero todas renunciarán a
"sus pretensiones ideológicas de representar formas diferentes y superiores de la sociedad humana".
Veintinueve años después, resulta bastante obvio que Fukuyama era demasiado optimista. La historia parece haberse desviado de la vía lineal sobre la cual se suponía que debía avanzar. No solo los países en vías de democratización no han progresado lo suficiente en cuanto a la adopción de instituciones liberales, sino que, de hecho, han empezado a despreciarlas activamente y a clamar que tienen una solución mucho mejor: una forma distinta y superior de sociedad humana.
Aquellos que siguieron abrazando los valores democráticos liberales occidentales se han convertido en enemigos. Los demócratas antiliberales (como les gusta llamarse a sí mismos, aunque de hecho, son cualquier cosa menos demócratas) necesitan enemigos. Se dedican incansablemente a crear y profundizar divisiones en la sociedad. Alegan que quienes creen en los tribunales independientes, en la libertad de los medios de comunicación, en el Estado de derecho y en cosas por el estilo no son solo la oposición: son traidores. No están dispuestos a aceptar la voluntad de la mayoría del país, quieren salirse con la suya. Y la manera es vender tu país al mismísimo diablo.
Dejad de pelearos y poneros a hablar
Esto está mal. No solo porque no es cierto, sino porque cualquier tipo de cooperación pacífica requiere un consenso social básico. Para poder cooperar pacíficamente, tenemos que ser capaces de hablar entre nosotros. Tenemos que ser capaces de ponernos de acuerdo en qué consideramos una razón. Y tenemos que defender nuestras posturas y tratar de convencer a la otra parte de que la nuestra puede que no sea la que ellos puedan aceptar plenamente, pero al menos tiene algún sentido. A todos nos perjudica estar peleándonos constantemente. No nos ayuda económicamente y no aumenta nuestro bienestar general.
En "¿El fin de la historia?", Fukuyama sostenía que "el fin de la historia será un momento muy triste". La lucha por el reconocimiento, la voluntad de arriesgar la vida por un objetivo puramente abstracto, la batalla ideológica mundial que provocó la audacia, la valentía, la imaginación y el idealismo, será reemplazada por el cálculo económico, la resolución interminable de problemas técnicos, las preocupaciones ambientales y la satisfacción de las sofisticadas demandas de los consumidores". También afirmó que no puede dejar de sentir nostalgia por el tiempo en que la historia existió.
Yo no puedo evitar sentir nostalgia por el tiempo en que terminó.
[codebox]