El asilo eclesiástico es una tradición centenaria. Sin embargo, no existe ninguna ley que otorgue a las iglesias la autoridad de proporcionar santuario a los solicitantes de asilo. Sin embargo, en general, las distintas autoridades han concedido a las parroquias permiso para albergar a migrantes, aunque a veces haya sido a regañadientes.
El asilo eclesiástico a menudo supone la última esperanza para aquellos cuya solicitud de asilo ha sido rechazada por el Estado. Muchas parroquias abren sus puertas para evitar una expulsión inminente. De esta forma, los solicitantes de asilo pueden vivir varias semanas y a veces incluso meses en locales de las congregaciones, que les brindan protección temporal de la policía y les permite volver a presentar sus casos para que los reconsideren sin temor a ser detenidos.
Tener la oportunidad de impugnar la decisión del tribunal puede ser crucial. En Alemania, cerca del 40% de los solicitantes de asilo rechazados apelan con éxito ante los tribunales y revocan las decisiones que les habían denegado el asilo.
Un actor importante en la ayuda a los refugiados
La Iglesia ha desempeñado un papel importante en el apoyo y acogida de los refugiados en toda Europa. En Alemania, organizaciones vinculadas a la Iglesia han proporcionado cientos de millones de euros para ayudar a los refugiados, han movilizado a decenas de miles de voluntarios y ayudado a alojar a decenas de miles de refugiados y solicitantes de asilo.
Algunas parroquias han desafiado las intenciones de sus gobiernos de facilitar las deportaciones. En La Haya, una pequeña iglesia celebró servicio sin pausa para impedir que las autoridades deportaran a una familia armenia que llevaba nueve años viviendo en Países Bajos. Tras 96 días, se le concedió asilo a la familia.
En Polonia e Italia, donde más de tres cuartas partes de los adultos se identifican como católicos (87% y 78%, respectivamente), ha habido comunidades enteras que han impugnado las posturas antiinmigrantes de sus líderes políticos, declarando que apoyarían a cualquiera que acogiera a los refugiados.
Tras el "Decreto Salvini", una ley cruel aprobada a finales del año pasado, que prohibió la protección humanitaria y ha llevado a la expulsión de cientos de personas de los centros de acogida, condenándoles a vivir en la calle, los sacerdotes italianos anunciaron su disposición a "abrir las puertas de las iglesias en todas las parroquias".
El Papa Francisco ha pedido repetidamente a Europa que muestre más solidaridad hacia los migrantes, lo que le ha convertido en un objetivo importante de la extrema derecha. Steve Bannon, el ex director de campaña de Donald Trump, que quiere construir una "escuela de gladiadores" en un antiguo monasterio para formar un ejército de populistas, ha tildado al sumo pontífice de "enemigo" por su postura sobre la migración.
Ataques a la Iglesia
El Papa no es el único seguidor de Cristo que ha recibido ataques por defender los derechos de los migrantes. Toda una serie de sacerdotes y parroquias han sido acusadas de mostrar demasiada compasión hacia los refugiados y los solicitantes de asilo.
Zoltán Németh, un sacerdote católico húngaro que proporcionó alojamiento a los solicitantes de asilo, fue duramente criticado y trasladado a otra parroquia. Todavía no está claro si su traslado fue motivada por el Estado o fue decisión de la iglesia.
Apodado el ángel guardián de los migrantes, Mussie Zerai, un sacerdote eritreo que fue nominado para el Premio Nobel de la Paz en 2015, fue acusado de tráfico de personas por las autoridades italianas. Su delito: transmitir las llamadas de socorro de migrantes a la Guardia Costera italiana y a varias ONG que participan en operaciones de búsqueda y rescate.
El pastor Norbert Valley fue acusado de "facilitar estancia irregular" por ofrecer refugio a un hombre de Togo cuya solicitud de asilo había sido rechazada. "Como cristiano, el principio de amar a mi prójimo guía mi forma de vida", afirmó el pastor.
La regla de oro de que uno debe tratar a los demás como le gustaría que le trataran a uno, una máxima que se encuentra en todas las principales religiones del mundo, es lo que impulsa a Zoltán Németh, Mussie Zerai, Norbert Valley e incontables otros buenos samaritanos, religiosos o no, a defender los derechos de los migrantes. Si los tildan de villanos, algo claramente no va bien.