Cuando la frontera todavía estaba abierta, les dio techo y comida, cuando cerraron la frontera, les ayudó a cruzar. Su nombre es Cedric Herrou, un agricultor francés que vive en la frontera con Italia. Ahora se enfrenta a un juicio por facilitar el cruce ilegal de personas, pero sigue defendiendo con orgullo su postura: "Si tengo que saltarme la ley para ayudar a las personas, lo haré". Todos estamos con Herrou y contra lo absurdo que es juzgar a alguien por ser humanitario. Debemos rechazar firmemente la propagación de los delitos de solidaridad en Europa.