De todos los países de la UE, Alemania ha acogido, con diferencia, el mayor número de refugiados desde 2015. Según ACNUR, en 2017 en Alemania vivían unas 970.300 personas con estatuto de refugiado, de las cuales el 21% eran niños y cerca de 430.000 solicitantes de asilo. La mayoría había llegado de Siria, Afganistán e Irak. Tuvieron que abandonar sus trabajos, hogares, familias y amigos y emprender un largo y peligroso viaje hacia Alemania. Ahora, están comenzando una nueva vida en un nuevo país, un país donde la puntualidad es un imperativo moral y la salchicha y la col cruda son platos nacionales...
¿Cuál es el camino a la inclusión social?
Para facilitar su integración, Alemania ha puesto en marcha un curso de integración de nueve meses que introduce a los migrantes al idioma, al sistema jurídico, la cultura, la historia y los valores importantes, como la libertad de expresión y religión. Casi 300.000 personas han asistido a estos cursos en 2017. El problema de los cursos, es que tienen enfoque único, mientras que los participantes viene de contextos distintos, tienen habilidades, personalidades y trayectorias diferentes. Además, en general, las clases están muy abarrotadas y a los formadores se les paga poco y no cuentan con una formación muy adecuada. Sin embargo, son importantes. Una vez completado el curso con éxito, los participantes reciben un certificado que les ayudará en el proceso de nacionalización, que pueden iniciar tras siete años de residencia. Integración en el mercado laboral
El estatus legal de los refugiados recién llegados determina si tendrán acceso restringido o no restringido al mercado laboral alemán, como muestra este video. La tendencia es positiva: uno de cada cuatro refugiados tiene oficialmente ahora un empleo y la gran mayoría de ellos contribuye al Estado de bienestar. La tasa de desempleo de los refugiados ha descendido del 50,5% al 40,5% y los que siguen desempleados a menudo buscan empleos en los que los conocimientos lingüísticos no desempeñen un papel decisivo, como la limpieza o la cocina.
Esta nueva mano de obra masculina y femenina es un regalo para el mercado laboral alemán, que necesita desesperadamente más trabajadores. Según el Instituto de Investigación para el Empleo (IAB), financiado por el Estado, el número de vacantes alcanzó un máximo histórico de 1,2 millones en el último trimestre de 2017. Para hacer frente a este problema, el gobierno está trabajando sobre una nueva ley que facilitará que los empleadores alemanes contraten a trabajadores no alemanes. Las políticas laborales anteriores ya han cosechado efectos positivos: un informe de la UNESCO muestra que, en comparación con otros países, Alemania reconoce adecuadamente las cualificaciones profesionales de las personas refugiadas, aumentando así sus oportunidades de empleo en un 45% y el salario por hora en un 40%. Los refugiados también han ayudado a los empleadores alemanes a llenar el vacío de formaciones de aprendizaje, en parte gracias a la regla 3+2, que ofrece a los solicitantes de asilo cuya solicitud ha sido rechazada a permanecer en Alemania durante dos años después de haber completado una formación de aprendizaje de tres años.
Como consecuencia, los alemanes han adoptado una imagen más positiva de los refugiados. Según una encuesta reciente del Consejo de Expertos de las Fundaciones Alemanas para la Integración y la Migración (SVR), la mayoría de los alemanes ven a los refugiados como un enriquecimiento cultural y económico. Como suele pasar, los encuestados que han tenido poco o ningún contacto con refugiados fueron los más críticos, demostrando una vez más la importancia de las plataformas para el diálogo y el intercambio.
Sí, pero…
Los refugiados se enfrentan a muchos obstáculos burocráticos (bienvenidos a Alemania...), no hay suficientes plazas en las guarderías y los precios de la vivienda están por las nubes, lo que afecta tanto a los refugiados como a los alemanes. Además, a los refugiados se les vincula frecuentemente con la delincuencia. Incidentes como el atentado terrorista en Berlín, la Nochevieja de 2015 en Colonia o la violación de una niña en Friburgo han provocado sentimientos de inseguridad y resentimiento hacia los extranjeros. Estos terribles sucesos perjudican a la gran mayoría de los refugiados que respetan la ley y buscan la inclusión social, al tiempo que alimentan la retórica antiinmigrante de los populistas.
Muchos refugiados sufren traumas y estrés grave y tienen dificultades para establecer relaciones. De acuerdo con la Cruz Roja de Baviera, la proporción de personas con estrés postraumático es hasta diez veces mayor entre los refugiados que entre la población en general y oscila entre el 30 y el 40 por ciento. Esto no mejorará si sus necesidades emocionales humanas más básicas (seguridad, sentido de pertenencia, identidad, autoestima y sentido de vida) se ven constantemente amenazadas. En los llamados centros Anchor de Alemania (acrónimo para: llegada, decisión y deportación), los refugiados recién llegados no pueden dormir porque temen ser deportados durante la noche.
Nuestro papel es sencillo
Los refugiados ayudarán a cubrir la brecha laboral, rejuvenecerán una población envejecida y algunos se convertirán en éxitosos empresarios, todo ello proporcionará un impulso a largo plazo a la economía alemana, aunque llevará tiempo y aún quedan muchos retos por delante. No es preciso que todo el mundo participe activamente en el apoyo a los refugiados. Como señaló Tamim Nashed, responsable de políticas del Consejo Europeo de Refugiados y Exiliados (ECRE): nuestro papel es tratar a los refugiados como a cualquier otra persona y no como "receptores pasivos de ayuda".