Este derecho humano fundamental está reconocido en varios documentos, entre ellos la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Convenio Europeo de Derechos Humanos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Carta Africana de Derechos Humanos y Los Derechos de los Pueblos y en la mayoría de las constituciones nacionales de todo el mundo.
En las sociedades democráticas, la libertad de reunión es uno de los instrumentos por medio de los cuales la gente puede lograr cambios sociales. Quizá, la primera imagen que se te ocurra al escuchar el término "libertad de reunión" es una manifestación masiva en la plaza más grande de tu ciudad, o una gran marcha por la avenida más grande de la capital liderada por un conocido activista de los derechos civiles o un líder de la oposición. Pero las reuniones pueden ser de todo tipo.
Puedes ejercer tu libertad de reunión no solo participando en manifestaciones, marchas o concentraciones, sino simplemente al participar en una convocatoria en un parque público, en una sentada, en una performance o una vigilia.
Las obligaciones del Estado
En las sociedades democráticas, quien convoca una reunión pública puede elegir el momento y el lugar que considera más adecuado para expresar su punto de vista y transmitir su mensaje. Existen ciertas imposiciones que un Estado democrático puede legitimamente exigir para este tipo de actos públicos sin perjudicar la esencia de la libertad de reunión. Por ejemplo, puede prohibir legítimamente una manifestación intencionadamente intensa en medio de la noche en una circunscripción, ya que esto puede perturbar desproporcionadamente la vida de mucha gente. Pero no sería legítimo denegar una manifestación grande frente al edificio del Parlamento durante una sesión del mismo. También puede ser legítimo denegar la petición de cerrar todas las vías de entrada importantes a una ciudad durante un día entero por una marcha masiva, pues esto evitaría que miles de personas puedan llevar a sus hijos al cole o que llegen ambulancias a tiempo a los hospitales, y así sucesivamente. Sin embargo, los habitantes tiene que tolerar algunos de los inconvenientes derivados siempre y cuando no sean desproporcionados.
Los Estados tienen obligaciones negativas y positivas con respecto a las manifestaciones pacíficas. La obligación negativa es que ni el Estado ni la policía pueden interferir o prohibir cualquier manifestación pacífica. La obligación positiva es el deber de ayudar y proteger las manifestaciones pacíficas, coordinando el tráfico, manteniendo el orden público y protegiendo a los manifestantes de aquellos que desean perturbar la manifestación.
Hay manifestaciones que ocurren sin que la policía haya sido notificada, ya sea porque surgen de forma espontánea o porque la manifestación se había prohibido. Es preciso subrayar sin embargo, que la falta de notificación en sí misma no da al Estado vía libre para emplear la fuerza contra manifestantes pacíficos. Aunque una manifestación se considere ilegal -por falta de notificación previa- esto no significa que la policía tenga derecho a intervenir automáticamente. Si la manifestación es pacífica, no existe justificación para interferir.
Un beneficio para la sociedad
Los Estados no pueden limitar la libertad de reunión porque los convocantes quieran expresar ideas que no son populares, o porque quienes detentan el poder piensan que va en contra los intereses de la sociedad a largo plazo. Por supuesto, cuando la seguridad pública corre peligro, pueden disolver una manifestación de forma legítima. Cuando, por ejemplo, una manifestación que se inicia de forma pacífica se vuelve violenta, como cuando se prende fuego o saquean tiendas, la policía puede hacer uso legítimo de la fuerza para disolver a la multitud, y proteger la propiedad y el bienestar físico de otros ciudadanos. Pero la fuerza que el Estado emplee en estos casos nunca debe exceder la fuerza mínima necesaria para restablecer la normalidad.
La sociedad se enriquece cuando permite que las reuniones tengan lugar libremente. La libertad de reunión es un medio importante a través del cual la gente puede expresar su opinión a sus líderes y a otros miembros de la sociedad. Estimula el discurso público y la diversidad y es también una herramienta adecuada para lograr cambios en la sociedad.
Debido a que celebrar una manifestación requiere relativamente menos recursos que otras formas de comunicar eficazmente un mensaje, es un medio que se utiliza con frecuencia por las personas que no detentan el poder y que no tienen otra forma de que se escuche su voz. Las manifestaciones a veces pueden resultar molestas, por ejemplo cuando intentamos llegar al trabajo y la ruta más rápida esta cerrada, pero aunque esto resulte molesto, tenemos que recordar que convivimos en una sociedad y es muy importante que todos podamos tener algo que decir y una forma de expresarlo. Cuando a las personas se les niega el derecho a hablar, también se les está negando su dignidad.