Cerca de 1.500 personas de Pakistán, Marruecos e Irán han esperado durante semanas en tierra de nadie entre Grecia y Macedonia, después de que los países de la llamada ruta de los balcanes empezaran a filtrar a los refugiados y solo admitieran a aquellos de Siria, Irak y Afganistán.
Los refugiados, desesperados, empezaron a manifestarse tras pasar días paralizados en tiendas de campaña en la frontera, en condiciones de frío intenso, cerca de los 0 grados. La violencia surgió cuando aproximadamente 200 de ellos comenzaron a caminar unos kilómetros por las vallas recientemente elevadas buscando una ruta alternativa para entrar. La policía usó balas de goma, gas lacrimógeno y granadas de concusión contra los refugiados.
Esperando una señal
La organización humanitaria Médicos sin Fronteras trasladó su clínica fuera del campamento tras los disturbios, y ahora está tratando casos de hipotermia, congelación y autolesiones de refugiados desesperados.
Nikola Gruevski, el primer ministro de Macedonia, ha dicho que su gobierno se plantearía permitir que pasen personas de todas las nacionalidades si los países del norte también lo hicieran. "Si nos dieran una señal de que serán aceptados, para nosotros no supone problema alguno cambiar nuestra política en este sentido", afirmó.
Clima de miedo
La decisión de endurecer los criterios de entrada de los refugiados, permitiendo solo el tránsito de las personas de Siria, Irak y Afganistán y parando a todos aquellos que no proceden de países afectados por la guerra, es un duro golpe al principio de legalidad y sitúa a las personas que vienen huyendo y en búsqueda de un lugar seguro en una situación de inseguridad.
Al norte de Macedonia, países como Hungría y Eslovenia han levantado vallas de alambre de espino en sus fronteras, lo que no supone ninguna solución para la crisis de los refugiados. Estas medidas lo único que consiguen es agravar el clima de miedo y gestión autoritaria, y ponen en peligro los derechos humanos de los refugiados.