¿Hasta qué punto es libre y justa la sociedad en la que vives? La respuesta a esta pregunta puede depender del gobierno bajo el que vives, pero también estará muy influenciada por tu lugar en la sociedad. Si eres blanco y acomodado, puede que respondas rápidamente que la sociedad en la que vives es muy libre y muy justa. Pero si le preguntas a un miembro de un grupo minoritario o incluso a tus abuelos, la respuesta puede ser muy diferente. Eso ocurre porque los grupos dominantes en Europa siguen marginando a las minorías y a otros grupos. Y aunque no lo parezca, eso es malo para todos.
¿Qué significa marginar a alguien?
Marginar a alguien significa hacer que tenga menos capacidad para hacer cosas o acceder a servicios básicos u oportunidades. Actualmente, cuando hablamos de marginación, solemos referirnos a grupos de personas que sufren discriminación y exclusión: de la sociedad, de la política, de la economía. La marginación existe en todas partes, pero hay ciertos grupos que experimentan una marginación prolongada en muchas partes de Europa. Los romaníes y las personas LGBTQI+ son dos de estos grupos. Su lucha por disfrutar de los mismos derechos y oportunidades que los demás sigue vigente, en particular en lugares como Hungría y Polonia. Pero, las acciones gubernamentales y las políticas públicas de carácter general también marginan a otros grupos de personas, como los ancianos o los discapacitados.
Por qué y cómo marginamos a otras personas: ejemplos cotidianos
Nuestras sociedades marginan a las personas dificultando su acceso a buenas escuelas u hospitales, o a conseguir un trabajo bien remunerado o incluso a ejercer su derecho al voto. Marginamos a diferentes colectivos empujándolos a vivir en zonas sin carreteras seguras o sin transporte público, como es el caso de las comunidades romaníes en muchas partes de Europa, o por una infraestructura inadecuada para facilitar el acceso de las personas con discapacidad a los edificios públicos.
Como se ha mencionado, la comunidad LGBTQI+ sigue luchando
por los mismos derechos que los demás. En Polonia, por ejemplo, son objeto de
discursos de odio y persecución por parte de los medios de comunicación afines
al gobierno, e incluso son el chivo expiatorio de los políticos para mejorar
sus perspectivas electorales.
Nuestras sociedades también marginan a los grupos étnicos, ya sea intencionadamente o a través de políticas y prácticas anticuadas. La discriminación institucionalizada en Francia y Bélgica sigue marginando a los negros y a otras minorías; los romaníes siguen siendo marginados al vivir en comunidades aisladas en Bulgaria, Rumanía y Hungría, o por las dificultades para acceder a la educación en esos países, así como en la República Checa y otros.
Las personas mayores, en especial, corren el riesgo de ser
marginadas. Su limitada movilidad y su mayor necesidad de cuidados crean
ciertas necesidades que ponen a prueba incluso a algunos gobiernos bien
intencionados. A menudo, viven en comunidades segregadas que aumentan su
aislamiento y las dificultades para participar en la vida cotidiana o en
acontecimientos importantes, como las elecciones.
Nuestras sociedades también marginan a las personas con
discapacidad, ya sea por indiferencia ante su difícil situación o por
desconocimiento de la magnitud del problema. Pero incluso en los países
europeos más ricos, los edificios pueden no ser accesibles para ellos, o quienes tienen deficiencias visuales o auditivas pueden
verse marginados por unas facilidades insuficientes, por ejemplo a la hora de
seguir los debates gubernamentales o los procedimientos judiciales.
¿Cómo marginan los grupos dominantes a los demás?
Vivir en una democracia significa que el pueblo elige a sus dirigentes, que reciben el poder de aplicar las políticas que moldean nuestras sociedades. Pero también significa que los políticos suelen ser, en cierto modo, representativos de quienes los han elegido. Se constata no sólo en términos de etnia y género, sino también en aspectos como la religión y el nivel educativo y socioeconómico.
Cuanto "menos se parezca" una persona a sus dirigentes, menos probabilidades tendrá de que se escuche su voz. Lo vemos claramente en los grupos minoritarios. Están infrarrepresentados en el gobierno y siguen teniendo muchas más dificultades que los demás para encontrar trabajos estables, acceder a una buena atención sanitaria, enviar a sus hijos a buenos colegios o incluso coger el transporte público.
Los grupos dominantes marginan a los demás de otras maneras
que pueden parecer más pasivas o menos intencionadas. El deterioro de las
infraestructuras públicas o las políticas fiscales o de prestaciones puede
marginar a las personas discapacitadas o a las personas pobres, por ejemplo. A
menudo se debe a que luchan por que se escuchen sus problemas y los gobiernos
no les prestan atención.
Las mujeres son otro ejemplo: durante demasiado tiempo, y
todavía en la actualidad, la cultura política y social está dominada por
hombres. Esta situación ha marginado a las mujeres de muchas maneras, por
ejemplo, dificultando su incorporación al trabajo o su participación en las
elecciones. Afortunadamente, la situación está cambiando (lentamente) y las
mujeres tienen una presencia creciente en las cámaras de los parlamentos y en
las mesas de los consejos de administración.
¿Por qué es malo? ¿Cómo cambiarlo?
La mayoría de nosotros quiere vivir en una sociedad en la
que las personas sean tratadas por igual, tengan las mismas oportunidades de
triunfar o mantenerse sanas, y puedan vivir con seguridad y felicidad. Cuando
marginamos a personas o a grupos, distanciamos a la sociedad de estos
objetivos. La hacemos menos igualitaria, menos justa y menos agradable para
todos. La marginación también frena el progreso, impidiendo la libre
circulación de ideas que podrían resultar inmensamente beneficiosas para la
sociedad en su conjunto.
Hay varias maneras de evitar la marginación. Al más alto
nivel, los gobiernos tienen que hacer mejor su trabajo y tomar en consideración
las necesidades de todas las personas, no sólo de las que les apoyan. Es decir,
políticas que sean justas, pero también una asignación y accesibilidad de
recursos que sea justa. Agua y electricidad, carreteras y transporte público:
es necesario mejorar las prestaciones y las infraestructuras, no sólo la
actitud.
Los sistemas electorales también deben ser justos. La facilidad con la que los grupos dominantes pueden marginar a otros está relacionada con la facilidad, o la falta de ella, con la que las personas marginadas pueden participar en las elecciones. Deben poder hacer oír su voz en el debate público antes de las elecciones y tener el mismo acceso a los colegios electorales el día de las elecciones. Por supuesto, todo está condicionado por aspectos como las infraestructuras, la seguridad económica y otras cuestiones relacionadas con la marginación.
Fotografía:
Jelleke Vanooteghem, Raul Petri, Mohamed Lammah /Unsplash/Fauxels/Pexels