El creciente mercado de nuevas sustancias psicoactivas (llamados narcóticos legales) es un dolor de cabeza para los políticos en todo el mundo. Grandes cantidades de drogas anteriormente desconocidas se envían de fábricas chinas e indias a centros urbanos, donde distribuidores en línea inteligentes comercializan sus productos jóvenes como sustitutos baratos y legales de drogas actualmente ilegales. Nueva Zelanda, un país lejos de las rutas de tráfico de drogas, ha tenido que enfrentar este desafío mucho antes que otras naciones desarrolladas. Su gobierno al principio respondió a este reto a través del tradicional método prohibicionista: prohibiendo tanta sustancia nueva como sea posible, y de la manera más rápida posible. Solo que este enfoque tuvo un problema: no funcionó. Inmediatamente se prohibía una sustancia, salía a relucir un sustituto nuevo para reemplazarlo en el mercado, con una estructura molecular diferente pero con propiedades psicoactivas similares. En el 2013, legisladores introdujeron una nueva ley encaminada a crear un mercado legal y regulado para ciertas drogas nuevas – siempre y cuando distribuidores puedan proporcionar pruebas clínicas que comprueben que estas drogas representan un riesgo bajo para la salud pública.
Cuando visitamos Nueva Zelanda para filmar el documental “Con un pie en la puerta”, que trata esta política innovadora, algunos comercios ya habían obtenido licencias de venta de sustancias aprobadas por el gobierno, incluso antes de que la regulación para la evaluación de riesgo había entrado en vigor. Unos días después de haber terminado de editar la película, el ministro Peter Dunne anunció que el gobierno eliminaría narcóticos legales que estaban aprobados de las estanterías hasta que esté demostrado que eran de bajo riesgo. Los medios de comunicación lo presentan como que el Gobierno realizó un giro de 180 grados en su política hacia las drogas. En realidad, el marco de la política aun no ha sido abandonado; el régimen de evaluación de riesgo sigue en pie y distribuidores aún tienen la oportunidad de demostrar que sus productos son de bajo riesgo. Lo que hay detrás de la inesperada decisión del gobierno no son pruebas científicas, sino medios sensacionalistas con su potencial para asustar a votantes en las próximas elecciones. Ahora le queda la tarea al próximo gobierno de determinar el futuro del proyecto de ley para las sustancias psicoactivas.
Video: Istvan Gabor Takács y Peter Sarosi