Si observamos algunos de los debates y campañas más importantes de los últimos años —elecciones nacionales, el voto del Brexit, incluso el debate sobre las restricciones del coronavirus— todos comparten un elemento: la presencia de propaganda política. Impulsada por el auge de las redes sociales y unos medios de comunicación en plena transformación, la propaganda política ha crecido más que nunca. Malas noticias para la democracia, pues la propaganda política no solo es una retórica provocadora destinada a debilitar a un enemigo político, es una fuerza mucho mayor, cuyo objetivo es aumentar el miedo y la ansiedad y dividir a la sociedad contra sí misma.
¿Qué es la propaganda política?
La propaganda política es información falsa que se distribuye para causar daño y promover una causa política. Si leíste nuestro artículo previo sobre malinformar y desinformar, ya tienes una idea bastante clara de lo que es la propaganda, que es una forma de desinformación. Es decir, se trata de información falsa o engañosa que se comparte deliberadamente para distorsionar la comprensión social de una determinada cuestión y promover a su vez una causa, en este caso, política.
La mala información, es decir, la información falsa que se comparte sin el intento deliberado de engañar —es decir, la persona que la comparte no sabe que es falsa— está protegida por la libertad de expresión. Pero la desinformación, que puede tener graves efectos negativos sobre nuestros procesos democráticos, puede no constituir libertad de expresión. Así que la propaganda, como forma de desinformación, no está protegida.
¿Qué es la propaganda política hoy en día? ¿Cómo ha cambiado?
La propaganda política no es algo nuevo. Los gobiernos han difundido propaganda para promover causas políticas desde la antigüedad. Hace más de 2.000 años, Octavio llevó a cabo una dura campaña de propaganda para destruir a su rival Marco Antonio y convertirse en emperador de Roma.
La diferencia más grande respecto a la propaganda política actual no es tanto el contenido en sí, sino su alcance. En gran medida gracias a Internet y a las redes sociales, pero también a un sector sensacionalista de los medios de comunicación (cuyo único fin es rentabilizar la información), la propaganda política puede llegar a más personas con mayor rapidez y facilidad que nunca.
Algunos gobiernos utilizan la propaganda de forma regular, como el régimen de Orbán en Hungría,
y se han hecho con el control de los medios de comunicación estatales
y privados, por lo que son capaces de difundir masivamente su propaganda política
a través de estos, dándole un falso brillo de legitimidad.
Pero también, hemos comprobado que nos se necesitan medios de comunicación para ello: Donald Trump utilizó las redes sociales y la ayuda de unos pocos grupos mediáticos afines, como Fox News, para
difundir su propaganda. Sin embargo, también los principales medios de
comunicación desempeñaron un papel, recogiendo los mensajes y
compartiéndolos, incluso cuando se hacía para invitar a la
crítica, el simple hecho de compartirlos ayuda a su
difusión, independientemente del contexto.
Pero la propaganda política no es únicamente una herramienta para engañar a la gente. Un elemento clave de la misma es que siembra la desconfianza, confundiendo a la gente sobre lo que se puede creer y lo que no. A medio y largo plazo, provoca que mucha gente se desentienda por completo del debate político porque resulta demasiado difícil averiguar si la información es fiable o no.
Si a esto se le suma el declive de los medios de comunicación independientes en muchos países, supone que la gente tiene muchas más dificultades para acceder a una información buena y precisa. Los agregadores de noticias, como Google y Facebook, han reducido las fuentes de ingresos de los medios independientes, por lo que éstos tienen que apoyarse en la información de otros medios. En conjunto, todo esto hace que la ciudadanía no sepa ya en quién confiar y que los medios de propaganda cada vez se parezcan más a los medios de calidad en Internet.
Técnicas de propaganda política con ejemplos
La propaganda política tiende a fundamentarse en el miedo, alimentando la incertidumbre y el malestar de su público. Los gobiernos actuales de Polonia y Hungría la utilizan para inducir a sus ciudadanos a quién deben temer y crear una narrativa de "nosotros contra ellos". Proyectan una imagen de las personas migrantes, la comunidad LGBTQI, las organizaciones de derechos humanos y ecologistas, e incluso de la propia UE como forasteros malvados cuyo objetivo es hacer daño al país, y el gobierno se presenta como el protector del pueblo. De forma similar a cómo se ha utilizado la propaganda a lo largo del último siglo, desde la Alemania nazi a la Unión Soviética hasta hoy.
La propaganda política instrumentaliza los miedos y la ansiedad que la mayoría de la gente considera fundamentales. Cuando temen por su religión, su seguridad personal, sus tradiciones o su seguridad económica, es más fácil que voten a quienes perciben como protectores de su modo de vida. Con el tiempo, puede lograr que apoyen tendencias autoritarias, ya que se les engaña con estas amenazas y entonces están dispuestos a sacrificar algunos de sus propios derechos y libertades para ayudar al gobierno a defender el país de las falsas amenazas.Otro elemento clave de la propaganda es que suele ser sensacionalista. Las "amenazas" sobre los "forasteros" que fabrican los
propagandistas suelen ser intencionadamente extremas para provocar
ansiedad. La idea de que la presencia de una pareja gay en tu barrio
podría destrozarlo y destruir tu vida es absurda. Pero cuando se
formula de la forma adecuada, se difunde ampliamente por medios
de comunicación y redes sociales, y no se rebate
eficazmente de forma que la gente pueda escuchar y entender otra cosa,
puede llegar a ser bastante fácil de creer.
Hay algunas técnicas eficaces que utilizan los políticos propagandistas para que su propaganda sea más creíble y logre más apoyo:
-Técnica del efecto arrastre: Para que tenga éxito la propaganda, es preciso que se crea en ella, por lo que resulta fundamental que no se vea como una extraña teoría conspirativa sostenida por una minoría. La técnica del efecto arrastre consiste en hacer creer que su posición es apoyada por la mayoría, por lo que el lector debería apoyarla también. Básicamente, se trata de un razonamiento del tipo "todo el mundo vota esta candidatura, así que es la mejor". El nombre de la técnica en inglés "bandwagon" hace referencia al término "subirse al carro", que significa apoyar algo o a alguien simplemente porque otros lo hacen.
-Técnica del miedo: También conocida como "apelar al miedo", la técnica del miedo es quizás, junto con la anterior, la forma más común de propaganda. Al lograr que la gente tenga miedo de la alternativa, naturalmente tienden a apoyar tu posición. En realidad, es una falacia lógica. El argumento que esgrimen los propagandistas es el siguiente: "O A o B es cierto. B da miedo. Por lo tanto, A es cierto".
-La técnica de la gran mentira: Al repetir incesantemente una determinada narrativa, cada vez se vuelve más fácil de creer. Si los propagandistas logran convencer a la gente para que crea una determinada "gran mentira", pueden utilizar este apoyo para justificar nuevas acciones. La narrativa del "apuñalado por la espalda" que proliferó en Alemania tras la Primera Guerra Mundial impulsó al Partido Nazi y le ayudó a tomar el poder. Hoy en día, los partidarios de Trump han impulsado su propia gran mentira sobre el robo de las elecciones de 2020, y esto se utilizó más adelante para justificar la insurrección del 6 de enero.
¿Cómo utiliza la propaganda política las redes sociales?
El auge de las redes sociales ha sido una bendición para la propaganda política. Utilizan estas plataformas como un medio alternativo a los medios de comunicación tradicionales porque es gratis, fácil y les permite llegar a ciertos segmentos de la población que el propagandista cree que estarán predispuestos a apoyar su propaganda. También hay técnicas dentro de las redes sociales que ayudan, como el uso de cuentas falsas o granjas de trolls para ayudar a difundir su mensaje o darle credibilidad.
Otra razón por la que la propaganda política es tan frecuente en las plataformas de medios sociales tiene que ver con el modelo de negocio de éstas. Cuanto más sensacionalista es una publicación, más probable es que sea leída y compartida por otros. Esto genera ingresos para la plataforma al mismo tiempo que ayuda a difundir la propaganda. Así que es justo decir que las empresas de medios sociales han sido cómplices del crecimiento y la difusión de la propaganda política.
¿Cómo se puede detectar y resistir la propaganda política?
Fomentar la alfabetización mediática de la gente, para que sea más consciente del proceso que hay detrás de las noticias que consumen e informándoles de sus fuentes, es una buena forma de ayudar que detecten la propaganda política. Asimismo, comprobar los hechos y señalar en las redes sociales artículos o publicaciones que pueden no ser creíbles también ayuda. Pero todo esto no es suficiente. En general, la gente busca información que se ajuste a sus propios puntos de vista y, por tanto, los valide. Esto significa que es probable que confíen menos en quienes comprueban los hechos u otras voces que pongan en duda la propaganda política. Además lleva mucho tiempo, y el uso de algoritmos para identificar y señalar la propaganda política solo conducirá a que se prohíba también mucha libertad de expresión.
Así que, lo mejor que podemos hacer es cambiar los factores que permiten que la propaganda florezca y llegue a las personas que pueden ser susceptibles de ella. Por ejemplo, aplicar correctamente las normas de protección de datos impediría que las empresas de redes sociales ofrecezcan publicidad microdirigida adaptada a la forma de pensar de un individuo. Cambiar la forma en que los algoritmos promueven el contenido también ayudaría. En lugar de empujar a la gente hacia historias "populares" pero sensacionalistas, las plataformas de redes sociales podrían limitarse a promover contenidos que encajen con los intereses que los usuarios les han revelado de forma voluntaria.Reparar el modelo financiero de los medios de comunicación privados de calidad ayudaría que mejore la calidad de la información, lo que podría aumentar la confianza de la población y favorecer que sea más fácil reconocer qué medios son fiables. Para ello, sería preciso que los beneficios que generan los agregadores de noticias vuelvan a los medios de comunicación, quizás reformando el código fiscal. Contar con emisoras públicas de buena calidad, bien dotadas de recursos e independientes, también ayuda, pues favorece que los medios privados se esfuercen más por competir con ellos, y aumenta la probabilidad de que la gente consuma noticias de calidad y objetivas. Asimismo, resulta fundamental que existan organismos reguladores independientes que se aseguren de que los medios de comunicación se adhieren a unos estándares altos de información.
Unos medios de comunicación fuertes significa una democracia fuerte, y esto es algo que debería contar con un amplio apoyo público. Pero para conseguirlo, hay que contrarrestar la propaganda política de forma que efectiva, para que la gente comprenda realmente e identifique el problema que entraña la misma.