De la política a la pandemia o la guerra, la comprensión que tengamos de los asuntos globales y la capacidad para tomar decisiones acertadas, dependen del acceso que disfrutemos a información precisa y de calidad. Ese acceso es cada vez más escaso por la proliferación de la propaganda. Nunca antes, tantos propagandistas han tenido un acceso tan fácil a un público tan amplio. Es un hecho alarmante y peligroso. Pero si conseguimos reconocer a los propagandistas y sus obras, podremos tomar medidas para hacerlos menos eficaces.
¿Qué es la propaganda?
Para entender qué es un propagandista, previamente es preciso considerar qué es la propaganda. En el sentido más amplio del término, la propaganda es información que se comparte con el propósito de convencer al público para que apoye una idea, causa, partido político u otro objetivo. Por tanto, una imagen sencilla y no manipulada, o incluso una canción, pueden ser utilizadas como propaganda.
Sin embargo, el significado del término propaganda ha evolucionado para referirse ahora a una información muy manipulada u objetivamente falsa que pretende avivar el miedo y la ansiedad de la gente, y así llevarla a apoyar la causa subyacente. Es especialmente cierto en el caso de la propaganda bélica y la propaganda política.
¿Qué es un propagandista?
Los propagandistas son las personas o grupos responsables de crear o difundir propaganda. A menudo son los mismos, pero no siempre; y hay ciertos límites. Supongamos que hay un gobierno autoritario que quiere crear miedo y ansiedad en la población haciéndola temer a los inmigrantes. Desarrolla la noción de que los "otros" amenazan las tradiciones y los valores del país, amenazan la seguridad y el modo de vida de la gente. El gobierno contrata a un dibujante para que cree tiras gráficas que promuevan este mensaje. Luego hace que el mayor periódico del país, que está controlado por el gobierno, difunda las tiras. Aquí tenemos hasta ahora tres propagandistas: el dibujante, el gobierno y los periodistas.
¿Pero qué decir
del tío Roberto? Al recorrer tus redes sociales mientras tomabas el café
mañanero, has constatado que él también compartió la tira en sus páginas de
Facebook y Twitter. ¿El tío Roberto también es un propagandista? Al fin y al
cabo, la compartió a propósito. En fin, podemos dar al tío Roberto un pase. Los
propagandistas no sólo crean o comparten su información intencionadamente, sino
que también saben que su propaganda está diseñada específicamente para promover
un objetivo.
¿Quiénes han sido los propagandistas más famosos de la historia?
Ha habido muchos propagandistas a lo largo de la historia, pero tenemos ejemplos muy destacados en los tiempos modernos. Quizá el más famoso sea Joseph Goebbels, que fue Ministro de Propaganda del Reich de la Alemania nazi de 1933 a 1945. Goebbels impulsó los objetivos nazis, por ejemplo a través de sus propios discursos públicos y en la elaboración de muchos de los discursos de Hitler, y por medio del control de los periódicos, la radio y otros medios de comunicación del Tercer Reich. Goebbels no sólo es un ejemplo eminente de propagandista, sino también de cómo la propaganda puede utilizarse para fomentar los objetivos más abyectos.
Trịnh Thị Ngọ
fue otra notable propagandista de la historia reciente. Una personalidad de la
radio vietnamita durante la guerra de Vietnam, se hizo conocida como
"Hanoi Hannah" entre los soldados estadounidenses, que escuchaban sus
peroratas diarias contra la guerra y sus mensajes directos a los soldados de
que se les estaba mintiendo sobre la situación de la guerra. Su objetivo no era
tratar de amotinar a los soldados estadounidenses, sino bajarles la moral y
hacer que apoyaran menos su propio despliegue bélico.
¿Se sigue utilizando la propaganda? Ejemplos de los tiempos modernos
Por supuesto que la propaganda se sigue utilizando. De hecho, puede que haya más propaganda, que se difunda más ampliamente que nunca. Hay muchas razones para ello, pero algunas llaman especialmente la atención. Internet nos permite compartir fácilmente tanto nuestra información como la de otros, con mayor facilidad y con más personas. El control gubernamental de las redes de medios de comunicación ha convertido a los canales de noticias nacionales de mayor difusión en portavoces del Estado. Y el modelo de negocio de las plataformas en línea incentiva el intercambio de información provocadora y a menudo falsa.
También podemos
comprobar los efectos a largo plazo de la propaganda en la UE, especialmente en
lugares como Hungría. El gobierno de Viktor Orbán o sus amigos dominan el 80%
de los medios de comunicación de Hungría, y controlan completamente los medios
de comunicación de titularidad pública, convirtiéndolos en una máquina de
propaganda para el gobierno de Orbán. Una situación similar existe en Eslovenia
y Polonia, donde los gobiernos han atacado a los medios de comunicación
críticos y han situado a otros bajo su control.
Hay algunos ejemplos actuales de propaganda que ilustran su auge y su fuerza. Tras la invasión de Ucrania, el gobierno ruso -que nunca se ha mostrado tímido a la hora de tergiversar la verdad- intensificó sus campañas propagandísticas para distorsionar la guerra y reforzar su apoyo en el interior. La cadena de medios de comunicación RT, ampliamente considerada como un brazo del gobierno, fue retirada de las ondas de la UE.
La pandemia de coronavirus fue una bendición para los propagandistas. La propaganda alimentó las protestas contra las restricciones, el uso de las mascarillas y la vacuna. Pero también hubo propaganda en su modalidad más elemental y menos siniestra, evocando las dificultades y los triunfos de generaciones pasadas, para inspirar un comportamiento responsable.
Un vistazo a las prácticas comerciales de los gigantes de los medios de comunicación en línea también sirve como lección de propaganda moderna. Es sabido que han hecho muy poco por limpiar la desinformación, el discurso del odio y la propaganda en sus plataformas. Hacerlo no sería un buen negocio para ellos. Cuantas más visitas, clics y participaciones haya, más dinero recibirán. Los reportajes sensacionalistas, la desinformación y la propaganda son los que mejor funcionan, sobre todo cuando los internautas se ven empujados a "cámaras de ecos" o personas de ideas afines.
¿Qué herramientas utiliza la propaganda moderna?
Al igual que sus predecesores, los propagandistas modernos utilizan ciertas herramientas para captar la atención y llevar a la gente hacia una determinada opinión. La herramienta más elemental es la acusación, que sirve de argumento de fondo. A menudo no está fundada en ningún hecho y no es en absoluto empírica. Ejemplos frecuentes de ello son la idea de que los inmigrantes se llevarán todos los puestos de trabajo locales o llevarán al país a la bancarrota (o incluso ambas cosas, de algún modo), o que las personas LGBTQI+ amenazan los "valores tradicionales" de un país o el concepto de familia (una estrategia utilizada por el partido Fidesz de Orbán para conseguir la reelección).
Otra
herramienta importante de los propagandistas es apelar a los deseos o temores
de la gente. Se suele hacer mediante el uso de eslóganes, otra herramienta
importante. La propaganda en torno al debate sobre el aborto en EE.UU., por
ejemplo, utiliza "pro-vida" como eslogan para las personas que se
oponen al aborto. El otro bando apela al deseo de tener control sobre el propio
cuerpo y sobre las decisiones personales: "pro-elección".
Los objetivos de los propagandistas modernos, cómo se comportan y cómo detectarlos
Los objetivos generales de los propagandistas han cambiado muy poco con el tiempo. Siguen tratando de inclinar la opinión pública hacia la posición que ellos defienden, de fomentar una causa, de ampliar el apoyo. Lo que más cambia, por supuesto, es la causa subyacente. La propaganda puede adoptar muchas más variantes que antes, gracias a los avances tecnológicos.
Quizá el cambio
más llamativo de la propaganda a lo largo del tiempo sea el comportamiento de
los propagandistas. La digitalización del mundo ha permitido la recolección
masiva de datos personales de la gente. Los detalles de los datos de cada uno
de nosotros, como el sexo, la ubicación y las inclinaciones políticas, pueden
utilizarse para hacernos llegar propaganda con la que estemos predispuestos a
estar de acuerdo o que nos resulte convincente. Los propagandistas nunca habían
podido dirigirse con tanta precisión a las personas, con mensajes tan ajustados
a sus preferencias y tan cuidadosamente concebidos para incitar una reacción.
Todo ello hace
que detectar la propaganda sea mucho más difícil. Es sutil, inteligente y a
menudo se disfraza de contenido legítimo. Puede tratarse de vídeos puntuales
realizados para las redes sociales o de anuncios disfrazados de artículos de
noticias ("contenido patrocinado"), pero también de empresas de
prensa al completo. RT se disfraza de organización de noticias legítima, cuando en realidad
no es más que un cómplice del Kremlin.
Aunque se merecen las críticas que se han ganado, las plataformas de redes sociales facilitan en ocasiones la detección de la propaganda y otras formas de desinformación. La decisión de Twitter de poner etiquetas a los tuits procedentes de medios de comunicación rusos respaldados por el Estado es un buen paso (si bien es cierto que pequeño). También lo son las decisiones de prohibir o suspender a personas que difunden habitualmente propaganda y desinformación, incluido cierto presidente estadounidense.
Una buena
manera de detectar individualmente a los propagandistas y su obra es mediante
una escucha más crítica. No sólo preguntarnos si lo que vemos tiene sentido,
sino también si hay hechos que lo respalden, o si otras personas en las que
confiamos también lo mencionan. Podemos buscar la fuente, ver qué más han
compartido. Podemos comentarlo con amigos y familiares, que quizá hayan visto
información diferente, y ser receptivos a nuevas perspectivas. De este modo,
resulta más fácil detectar a los propagandistas y también se reduce el efecto
que puede tener la propaganda.
¿Cómo tratar la propaganda y a los propagandistas?
Las medidas para luchar contra la propaganda y eliminarla del discurso público deben evaluarse con detenimiento. Por supuesto, hay serias reservas sobre la limitación de la libertad de expresión y el derecho a la información si los intentos de amordazar la propaganda son demasiado rigurosos. Pero se debe insistir en que la propaganda y la desinformación -información que se sabe que es falsa y se comparte intencionadamente- no son libertad de expresión. La desinformación no sólo crea división y desconfianza, sino que es corrosiva para la democracia y amenaza nuestro derecho a unas elecciones libres y limpias.
Los pasos para
eliminar la propaganda de Internet y otros canales de información pública deben
continuar, con la debida consideración de los derechos fundamentales y la
supervisión periódica. Los medios que sabemos que son centros de propaganda no
tienen un derecho inalienable a nuestras ondas. Debemos también reformar los
modelos de negocio de las plataformas en línea y las organizaciones de noticias
para eliminar los incentivos de proteger y promover la propaganda en sus
páginas.
Créditos de las imágenes:
Stephen Monterroso
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Mouaadh Tobok
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