El
debate público local acerca de la crisis de refugiados en la República
Checa se desarrolla de una manera que habría de suscitar la protesta
internacional en Europa Occidental, dice Andrew Stroehlein, de la
oficina en Bruselas de Human Rights Watch.
A su juicio, la reputación del país y el escaso conocimiento de la lengua checa en el extranjero han protegido al país de una crítica más contudente de su debate público sobre la crisis de los refugiados.
El temor a lo desconocido
"Si algunas de las cosas que resuenan en el debate checo estos días se escucharan, por ejemplo, en Francia o Alemania, sería un escándalo. No solo por la diferencia de estado de ánimo en la sociedad, sino también porque el resto del mundo se habría dado cuenta de inmediato", dijo Stroehlein. Por el contrario, dice, la República checa, Eslovaquia y Hungría, tres de los cuatro países del Grupo de Visegrad, están viviendo en una "cómoda burbuja de aislamiento".
En la República checa, el grupo antirefugiados que más eleva la voz es No Queremos Islam en la República Checa, liderado por el biólogo Martin Konvička. "Sorprendentemente, la retórica antimusulmana más fuerte y más extrema proviene de un país donde no hay absolutamente ninguna experiencia de convivencia [con los musulmanes]", declaró un representante de Human Rights Watch.
Sin embargo, mucho más grave, de acuerdo con Stroehlein, es el apoyo que estos grupos reciben de presidente checo, Milos Zeman, en entrevistas con los medios de comunicación. Entre las declaraciones públicas del presidente consta un recordatorio a todos los tipos refugiados de quenadie les ha invitado.
Escapando de la burbuja
"Es extraño. Creo que si algo así ocurriera en un país de la UE con un idioma mucho más conocido, habría dado lugar a una situación completamente diferente", dijo Stroehlein. Algunas declaraciones polémicas hechas por políticos y activistas checos fueron traducidas al inglés y publicadas en Internet por Jan Culik.
"Una vez que esto salga de la burbuja checa y se traduzcan algunos artículos y citas, otros empezarán a hacerse preguntas. Está pasando poco a poco. Hay que ventilar este debate cerrado", comentó Stroehlein.
No es la primera vez de que los políticos intentan aprovecharse de las preocupaciones y los temores de los ciudadanos. "No es algo nuevo. Pero creo que es más fuerte y predominante que nunca. Y eso es preocupante", afirmó un representante de Human Rights Watch.