A los autoritarios -incluso los elegidos democráticamente- les encanta
acusar a los medios de comunicación cada vez que estos llaman la atención sobre sus
mentiras, corrupción o cualquier cosa que querían mantener en secreto.
Nada nuevo. Pasaba exactamente lo mismo hace casi 100 años. Como relata Timothy Snyder, famoso por su libro
"Black Earth: The Holocaust as History and Warning", en un artículo reciente, en la Alemania de la década de 1930, los nazis utilizaban la frase “Lügenpresse” para desacreditar a los periodistas que trataban de denunciar su actividad. Lügenpresse, como probablemente habéis adivinado se traduce por "noticias falsas". Los políticos nazis usaban esta expresión de la misma forma que la utilizan los políticos actualmente. Milos Zeman, presidente de República Checa, Viktor Orbán, primer ministro húngaro y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tienen una afinidad particular hacia este término.
Sin embargo, mientras que la actitud de los políticos quizás no haya cambiado mucho, el panorama mediático sí lo ha hecho. Entrar en el mercado de los medios de comunicación es más fácil que nunca. Con la llegada de Internet, cualquier persona con un presupuesto modesto para publicidad puede lograr visibilidad sin apenas esfuerzo. ¿Y quién tiene más dinero que los amigos de los autoritarios, que engrosan sus cuentas a base de contratos públicos amañados y sobrevalorados? Ellos, emplean este dinero ilícito en casas de veraneo y vacaciones de lujo, etc., pero también lo utilizan para otra cosa: para comprar medios de comunicación nacionales independientes. Los autoritarios -todos los políticos, de hecho- saben perfectamente que si controlan lo que los votantes ven y escuchan, pueden controlar también su opinión sobre las políticas públicas y, por lo tanto, sus votos.
Los medios de comunicación afines
Esta
situación resulta aún peor debido a que vivimos en nuestras propias burbujas.
A menudo solo leemos y compartimos noticias sobre los
políticos que nos gobiernan si proviene de amigos o familiares. Nos molesta la gente que comparten información aduladora sobre "los otros"
y encontramos la manera de filtrarla, de deshecharla. Si no lo ha hecho ya directamente un algoritmo de Facebook por nosotros. Es el tribalismo en acción, y una vez que nos hemos autoconvencido de que los otros son los enemigos, es difícil convencernos de lo contrario. Nos gusta reafirmarnos, escuchar las mismas cosas en las que creemos y recibir el apoyo de nuestros amigos y de los medios de comunicación.
Estos dos elementos separan a las personas de la realidad y limitan gravemente las fuentes a las que se acude en busca de información.
Además, cuando lo que escuchas viene de una fuente supuestamente confiable: tu gobierno, al menos indirectamente, resulta especialmente fácil. Los gobiernos autoritarios de hoy en día están difundiendo propaganda a través de los medios de comunicación que son propiedad directa de los íntimos amigos de los autoritarios. Compran empresas de noticias, agencias de publicidad y editoriales.
Lo bueno es que siempre hay al menos unos pocos periodistas que siguen haciendo preguntas pertinentes o solicitando información pública. ¿Y cómo reaccionan las autoridades ante estos resistentes? Sí, les tratan de mentirosos: "noticias falsas". Luego aprueban más leyes para silenciarlos, o cosas peores. En Hungría, no se permite el acceso a los periodistas al edificio del Parlamento. En Malta, Eslovaquia, Bulgaria y Rusia, los periodistas que investigan demasiado son asesinados.
Pluralismo, por favor
Esta es la situación que vivimos. Y la respuesta no es tratar de aplacar las noticias falsas, fortaleciendo así el discurso de los líderes autoritarios. En su lugar, tenemos que hacer lo que ellos no quieren que hagamos: garantizar el pluralismo de los medios de comunicación, la competencia y la libre circulación de la información. Si no lo hacemos, los gobiernos continuarán manipulando la opinión pública para lograr apoyo a sus políticas, que suponen un ataque a los valores de los derechos humanos y a los órganos que fortalecen la democracia, (como los tribunales, las ONG y las instituciones estatales de derechos humanos). Lo hacen por una y solo una razón, y no se trata de intentar mejorar la seguridad o vida de la población, se trata de permanecer en el poder. Sí, así de simple.
Ya es hora de que las instituciones de la UE y los gobiernos nacionales democráticos introduzcan medidas y normas jurídicas tanto a nivel estatal como de la UE para crear un entorno en el que puedan proliferar los medios de comunicación libres y plurales.