El suicidio reciente de un preso en Regina Coeli, el principal centro correccional de Roma, no es todo lo insólito que debería: se trata del segundo interno que se quita la vida en este último mes.
El primer suicidio, de un hombre de 22 años, suscitó un debate sobre presos con cuestiones psiquiátricas y su detención en instalaciones que no podían cubrir sus necesidades sanitarias.
Estos dos detenidos estaban alojados en la misma sección de la cárcel de Regina Coeli, un área en la que, de acuerdo con el relato de los policías que trabajan allí, hay mucho hacinamiento y donde existe en la actualidad una ratio agente-preso de 1:170.
Por consiguiente, no se da a los presos la atención necesaria para entender y abordar necesidades individuales, lo cual puede desembocar en los peores desenlaces.
Un pico alarmante de suicidios
Este problema no se limita a una cárcel de una ciudad italiana. Las cifras generales de suicidios en prisión resultan inquietantes: ha habido al menos 13 suicidios en los primeros tres meses de 2017 y cuatro de ellos fueron cometidos por personas con problemas psiquiátricos.
Esta cifra resulta alarmante, no solo comparada con los datos de 2016 (40 suicidios en todo el año), sino también por lo que dice de las condiciones de detención.
Los presos que sufren de desórdenes psiquiátricos deberían estar alojados en centros de salud mental independientes, que respetasen los estándares de calidad y que garantizasen que estos detenidos reciben un trato adecuado.
Para todos los demás, deben tomarse medidas de prevención y las administraciones penitenciarias tienen que comprometerse a garantizar que las condiciones de detención no impiden que los presos lleven una vida digna.