Como señalamos en la cuarta parte de esta serie, alguna gente cree que la democracia directa es la única forma genuina de democracia. Cuando otorgamos el poder a representantes para que tomen decisiones por nosotros, optamos por un arreglo, un arreglo entre nuestros ideales y una realidad práctica. Nos gustaría tomar todas las decisiones que nos afectan, pero no tenemos los recursos necesarios. Alguien tiene que hacer el pan que comemos, arreglar las lavadoras cuando se rompen, construir carreteras, curar un hueso cuando se rompe, etc. Si todos tratáramos de tomar una decisión informada sobre todas las cuestiones que requieren una decisión colectiva, nos moriríamos de hambre. O, como mínimo, nadie arreglaría nunca las lavadoras que se estropean. Por ello, para ahorrar tiempo (y dinero -los referendos a gran escala son bastante caros) y poder también ocuparnos de nuestros asuntos, decidimos delegar parte de nuestro poder de decisión a los representantes.
Algunas de las personas que comparten este punto de vista, creen también que, si bien en épocas anteriores resultaba una buena idea pagar a unos cuantos miles de personas para que tomaran decisiones colectivas en nuestro nombre, este ya no es el caso. En este punto de desarrollo tecnológico, la información es fácil de obtener y la celebración de referendos es mucho más barata que antes. En Europa casi todo el mundo tiene acceso fácil a Internet, solo tenemos que desarrollar plataformas en línea lo suficientemente seguras para que todo el mundo pueda votar desde casa o a través de teléfonos inteligentes. Por ende, es hora de deshacernos de ese arreglo antiguo, recuperar nuestro poder y tomar esas decisiones colectivas directamente.
Pero ¿es ese verdaderamente el caso? ¿Es la democracia representativa simplemente un apaño necesario que necesitamos ( o necesitábamos) en nombre de la eficiencia? ¿Acaso la democracia directa es la verdadera forma de democracia?
Recuerda, decir democracia es como decir "el sistema que es digno de nuestro apoyo moral". Por un lado, parece que las democracias representativas funcionan bastante bien: resuelven problemas con una eficiencia razonable, y puesto que la mayoría de las personas, casi siempre aceptan las decisiones tomadas por los representantes, también suelen ser bastante estables. No solo funcionan bien, sino que también merecen nuestro apoyo moral: tratan públicamente a todas las personas como iguales y dan importancia a los intereses de todas. Por otro lado, sin embargo, en estas mismas democracias representativas se está perdiendo la confianza en las instituciones democráticas, la participación está disminuyendo y las políticas cada vez se distancian más de la gente corriente y de sus preferencias. Es preciso, sin duda, encontrar un remedio. Pero no podemos deducir directamente que entonces debemos deshacernos de la representación. La representación no es una concesión triste pero necesaria.
Aunque todos deberíamos poder opinar sobre las cuestiones y decisiones colectivas que afectan profundamente las condiciones de fondo de nuestras vidas, muchos preferimos pasar nuestro tiempo libre con nuestra familia en lugar de estar formámdonos sobre todo tipo de cuestiones relativas a los umbrales óptimos del IVA para la regulación del transporte marítimo. A muchos nos costaría mucho incluso tener que dedicar 10 minutos cada noche a entrar en una plataforma central de referendos y pinchar en las opciones legislativas que más atractivas nos parecen. Clasificar a quienes no queremos hacerlo de vagos o decir que no merecemos que se tengan en cuenta nuestros puntos de vista no es un argumento especialmente válido. Pasar el tiempo libre con la familia (o haciendo casi cualquier otra cosa) en lugar de estudiar reglamentos de envío es verdaderamente una preferencia legítima. Igual que es totalmente legítimo preferir pagar a otras personas para que estudien los reglamentos de envíos y tengan en cuenta tu sistema de valores e interes a la hora de tomar una decisión sobre cómo regular mientras tú atiendes las necesidades de tus seres queridos. Si nos deshiciéramos de la representación, negaríamos la legitimidad de este y otros deseos similares plenamente legítimos.
Además, una democracia directa pura tendría, al igual que la democracia representativa, toda una serie de defectos. En primer lugar, cuando se trata de referendos, las opciones que se pueden incluir en una papeleta son limitadas. Tampoco existe un foro en el que tratar de llegar a decisiones políticas que resulten aceptables para todos. En segundo lugar, dado que los ciudadanos no tienen una circunscripción, no tienen en cuenta las necesidades de todos, si todo se decide por referendos, las posibilidades de caer en una tiranía de la mayoría son muy altas.
Pero esto no significa que debamos descartar la democracia directa, en absoluto. Los problemas de la democracia representativa son reales. La gente tiene que recuperar la confianza en la democracia y poder constatar que los responsables políticos toman en cuenta sus preocupaciones. La democracia directa y representativa deben complementarse entre sí.
Un lector pesimista podría señalar que estamos sugiriendo mezclar dos sistemas que acabamos de demostrar que son defectuosos. No es el caso. No puedes hacer un buen pan solo a base de harina o levadura, pero si las mezclas (y algún que otro ingrediente), sí.
Pure direct
democracy and pure representative democracy will not make a good
democracy. But if you mix them and add a bit of free media and a healthy
civil society, chances are that you will have exactly what you need.
La democracia directa pura y la democracia representativa pura no darán una buena democracia. Pero si se mezclan y se añade un poco de medios de comunicación libres y una sociedad civil sana, lo más probable es que salga exactamente lo que se necesita.
Tu opinión nos interesa. ¿Crees que deberíamos tener más democracia directa en Europa? En caso afirmativo, ¿cuáles son las cuestiones que deberíamos decidir en referendos y por qué? Deja un comentario en nuestro artículo de Facebook y comparte tus ideas con nosotros y con el resto de lectores. Y acuérdate de volver la próxima semana para leer la parte final de la serie WeDecide que tratará de la UE.