Toda la evidencia demuestra que cuando los servicios de seguridad han conseguido detener a un sospechoso de terrorismo, nunca ha sido gracias a las pruebas reunidas procedentes de la vigilancia masiva, sino mediante los métodos tradicionales de recopilación de información. Estas herramientas de eficacia probada incluyen la investigación policial, la vigilancia selectiva de los sospechosos, la información obtenida de informantes o las pistas procedentes de sus amistades, parientes o miembros de la comunidad a la que pertenecen.
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Del mismo modo, las investigaciones demuestran que no fue la falta de vigilancia masiva la que impidió que los servicios de seguridad evitaran la gran mayoría de los ataques terroristas en Occidente desde 2001. Resulta difícil encontrar un ataque terrorista en el que los servicios de seguridad no tuvieran información previa sobre los autores, pero fueron incapaces de evitarlos porque no los estaban vigilando cuidadosamente cuando cometieron los atentados. ¿Por qué no? Hay tres razones fundamentales, y ninguna de ellas es la falta de vigilancia masiva. La primera, porque los servicios de seguridad no contaban con los recursos necesarios para vigilar a todos los sospechosos que querían, así que tuvieron que priorizar, y a veces se equivocan de prioridades. La segunda, porque ignoraron las pistas que enviaron los servicios secretos de otros gobiernos sobre algunos sospechosos. Y la tercera, porque los servicios de seguridad no compartieron información o no actuaron de acuerdo con la información de sus departamentos y de la de otros servicios gubernamentales. Lo que demuestra todo esto es que la vigilancia masiva no es parte de la respuesta al terrorismo. En lugar de ello, los servicios secretos necesitan mejores recursos y mejor organización. De este modo, podrían vigilar mejor a los sospechosos conocidos y cooperar adecuadamente con otras autoridades.
La vigilancia masiva es peligrosa porque se necesita dinero para el equipamiento y personal para analizar e investigar la información, pero no produce resultados. El dinero y el personal utilizados en la vigilancia masiva se podrían utilizar para mejorar los métodos tradicionales de investigación, que realmente nos ofrecen mayor seguridad. Además, la vigilancia masiva está produciendo una gran cantidad de información irrelevante que distrae a los investigadores de los auténticos peligros..
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Se han cometido algunos atentados en 2016 y 2017, por ejemplo el atentado del camión en Niza y algunos ataques de "lobos solitarios" en EEUU y Alemania, en los que los autores involucrados no eran conocidos de los servicios de seguridad; no tenían conexión con el terrorismo o el extremismo violento. Sin embargo, en general, otras autoridades conocían a estas personas: bien sea por su actividad delictiva y/o por problemas de salud mental. Europol, la oficina europea de policía, ha advertido de que los problemas de salud mental, más que un auténtico compromiso ideológico hacia el extremismo violento, son un factor clave de los ataques de los "lobos solitarios". De nuevo, la vigilancia masiva no es la solución adecuada para tratar este tipo de agresores: ¿qué sentido tiene recopilar una gran cantidad de información de la población general cuando los culpables suelen ser individuos ya conocidos por las autoridades? En lugar de ello, sería más sensato que los gobiernos llevaran a cabo dos medidas. La primera, proporcionar atención adecuada y ayuda a las personas con problemas mentales que podrían dejarse influenciar para cometer actos violentos. La segunda, intentar impedir que las personas en prisión se conviertan en extremistas violentos.