Aunque el número de personas LGBT en las cárceles italianas no es significativo, su dignidad humana sigue siendo importante. Su seguridad personal es violada todos los días y es bien sabido que las personas LGBT no tienen voz tras las rejas: son rechazadas y silenciadas.
Los presos LGBT muy a menudo no son reconocidos por la población reclusa o por los funcionarios de prisiones y sus superiores. La ley del silencio es una expresión bien conocida entre los presos y también se pone comúnmente en práctica, ya que cada año se dan en las instalaciones miles de casos de violaciones y abusos que no son denunciados.
El comportamiento homosexual está extendido en las prisiones, utilizado a menudo para sustituir sexualmente a una relación heterosexual, pero muchas veces termina en esclavitud sexual, violación y humillación.
Presos homosexuales se convierten en objetos sexuales y nunca son considerados como seres humanos homosexuales. Su identidad es negada y suprimida por otros internos e incluso por el personal de prisiones.
El precio de la protección
Muchas veces los presos LGBT son puestos en régimen de aislamiento durante días o meses, lo que sigue sin proporcionar una solución a largo plazo. El aislamiento implica mayor protección, pero también significa poca o ninguna actividad o contacto humano, únicamente por ser quienes son.
El sistema penitenciario en Italia está afianzado en la negación y falta de afecto, y las personas LGBT son maltratadas y constantemente humilladas.
La solución a esta situación sigue siendo muy debatida, pero la existencia de dependencias específicas -combinadas con empatía y comprensión, así como con programas de competencia y formación cultural para el personal de prisiones- podría acarrear una consecuente mejora en este terreno.