En el último episodio vimos cómo los formadores de opinión necesitan privacidad para crear y desarrollar nuevas ideas que luego lanzan al debate público. También vimos que la sociedad necesita privacidad para investigar, pensar y debatir nuevas ideas y poder decidir si las aceptan o no. A esto lo llamamos innovación social, y es una de las razones por las que existe la democracia, las las leyes pueden reflejar la evolución de las normas y opiniones sociales.
Pero hay otro aspecto de la democracia. Además de permitirnos expresar cómo deberían ser las leyes, nos permite comprobar que nuestros líderes políticos, religiosos y empresariales se ciñen adecuadamente a estas normas. Los gobiernos entran y salen en función de la satisfacción de la sociedad con su forma de crear y aplicar las normas. Podemos llamar a esto responsabilidad democrática.
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¿Cuál es el lugar que ocupan lso formadores de opinión en todo esto? Bueno, éstos no solo crean y desarrollan nuevas ideas que pueden convertirse en normas sociales, también generan información sobre cómo se aplican en la práctiva las normas existentes. Muchos periodistas, académicos, políticos, activistas y ONG se dedican a hacer seguimineto de las personas con poder en la sociedad para asegurarse de que obedecen las reglas. Investigan e informan a la sociedad sobre cosas como cuando los políticos aceptan sobornos de empresarios, la policía abusa de sus poderes, o simplemente cuando un gobierno ha tomado una mala decisión, como iniciar una guerra basándose en información incorrecta.
Para que los formadores de opinión contribuyan a que nuestros líderes rindan cuentas, requieren privacidad. No la necesitan para no estar sujetos al control social, pues en este caso no están cuestionando las normas sociales ni desarrollando nuevos conceptos, la necesitan para asegurarse de que no van a sufrir ningún tipo de represalia por parte de los líderes a los que critican.
Los formadores de opinión o quienes les ayudan frecuentemente acaban siendo castigados por trabajar sobre asuntos impopulares. Por
ejemplo, los periodistas que investigan el terrorismo o trabajan en Oriente Próximo
han sido incluidos en listas de observación del gobierno y se les somete a registros, y muchas veces sus fuentes sufren amenazas o agresiones. Las personas que denuncian irregularidades, que tratan de sacar a la luz las malas prácticas de gobiernos o empresas a menudo son sancionadas, pierden su trabajo, han sido procesadas e
incluso asesinadas. Los servicios de seguridad se han
infiltrado en ONG, sobre todo en las que hacen campañas sobre protección
ambiental, paz, contra la energía nuclear, por las libertades civiles, la igualdad y contra el apartheid, y han acabado destruyendo estas organizaciones y arruinando las vidas
de los activistas. Incluso muchos académicos han perdido
su empleo, su posibilidad de ascenso o fondos para investigación porque trabajaban temas que el gobierno consideraba poco ortodoxos.
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La
responsabilidad democrática depende de la privacidad pues permite que
los formadores de opinión investiguen libremente, sin
temor a ser vigilados por quienes detentan el poder. La
privacidad permite que puedan actuar sin temor a
que poner en riesgo sus vidas o carreras, o las vidas y
carreras de otros.