En el último artículo expliqué en qué consiste el control social: los humanos tendemos a seguir las normas y las opiniones mayoritarias, especialmente cuando pensamos que estamos siendo observados. Probablemente, esto sea el resultado de la evolución humana. Pero seguro que a algunos de vosotros os pareció que la teoría sobre el control social no se sostiene del todo. Todos conocemos a gente a la que no le importa salirse del tiesto. Vemos cómo en el campo de la ciencia, la política o la religión hay extremistas y radicales que cuestionan regularmente las cosas y generan cambios de opinión generales. Seguramente tengamos amigos que disfrutan rompiendo las normas y cuestionando las convenciones sociales. De hecho, un buen sistema educativo enseñará a las personas a pensar de forma crítica y a cuestionar las tradiciones y las ideas convencionales. ¿Por qué esta gente no sigue a la mayoría - por qué no funciona el control social con ellos? Si el control social fuera una explicación exacta del comportamiento humano, no se explican los cambios, pues significaría que la gente sigue siempre el pensamiento dominante y estaríamos entonces todavía quemando brujas, empleando a niños y sosteniendo la esclavitud.
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Podemos encontrar respuestas en estudios de psicología social y otras disciplinas académicas, o en estudios sobre la comunicación, que se basaron en las primeras investigaciones de psicología social para tratar de comprender cómo se forma la opinión pública. Dicho sencillamente, existe un grupo de personas al que calificaré de "formadores de opinión" (gente como políticos, activistas, líderes religiosos, periodistas, emprendedores o académicos), individuos que están tan convencidos de sus posturas que el fenómeno del control social no es suficiente por sí solo para que guarden silencio. Y es posible que estos formadores de opinión influyan en los demás a lo largo del tiempo y finalmente convenzan a la mayoría de la sociedad y sus ideas se conviertan en tradición o norma.
Entonces, ¿cómo influye una minoría sobre una mayoría? Voy a dividir este proceso en dos etapas. Primero está el trabajo de los formadores de opinión, que plantean nuevas ideas y conceptos, por ejemplo: la idea de que reciclemos y tratemos de proteger el medioambiente, o de que penalicemos el hecho de que un marido pegue a su esposa, o de crear un sistema de salud gratuita con dinero público, o prohibir las armas químicas. Esto es a lo que me refiero con innovación social: crear nuevas normas sobre cómo deben funcionar nuestras sociedades.
Segunda etapa: una vez se hayan creado estas nuevas ideas, llega la siguiente etapa: el debate público. Después de que los formadores de opinión lancen sus ideas al público en general, tenemos que decidir si las aceptamos o las deshechamos. A veces pueden pasar años hasta que se difundan nuevas ideas y lleguen a convencer a la sociedad en general. Otras veces, las nuevas ideas simplemente no tienen nada de tirón. Y otras, las ideas que sí llegan a alcanzar una aceptación son nocivas para la sociedad, por ejemplo, el concepto de superioridad racial o
la destrucción mutua asegurada.
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Entonces, ¿dónde entra la privacidad? Recuerda: los formadores de opinión son personas que están tan convencidas de sus ideas que el control social no logra silenciarlas. Los investigadores revelan que las ideas nuevas tienen más probabilidades de ser convincentes si se presentan de manera consistente, coherente y persuasiva. A los formadores de opinión les puede ser tomar meses o años el pensar, probar e ir refinando sus ideas junto con gente de su confianza, antes de que se convenzan de que tienen un argumento que se sostiene completamente. Solo entonces se lanzarán a promover y defender esas ideas públicamente. Muchas ideas que ahora damos por hecho, como normas sociales o legales valiosas, en otros momentos fueron consideradas un escándalo. Por ejemplo, la abolición de la esclavitud, la igualdad racial, la criminalización de la violencia doméstica, la despenalización de la homosexualidad, el cuidado de los animales; o más recientemente, los crowdfunding, la economía colaborativa, el reciclaje, los derechos humanos, las redes sociales, la libertad de información, la globalización, el emprendimiento social y el ecologismo. Solo se puede investigar, desarrollar y perfeccionar nuevas ideas si se goza de privacidad.
Pero no solo necesitamos privacidad para desarrollar y crear nuevas ideas, también para que las ideas se propaguen. Como sabemos, la mayoría de las personas se adhiere a la opinión dominante y a las normas sociales. Debido al control social, la gente es reacia a la hora de admitir que están planteándose seriamente ciertas opiniones o información controvertida. Sin privacidad, la gente no tiene la oportunidad ni el espacio para investigar o debatir con personas que saben que no les van a juzgar, de forma que pueden formarse una opinión que no esté determinada por el control social. Cuando nos autocensuramos debido a la falta de privacidad, a veces se denomina "efecto paralizador" o "espiral de silencio".
En una democracia, las leyes y políticas se elaboran, deshacen y modifican de acuerdo con la opinión pública. Sin innovación social, no puede existir la democracia. Sin privacidad, no hay innovación social.