La semana pasada señalamos que hay básicamente dos tipos de razones por las que queremos vivir en una democracia. Por una parte, porque pensamos que favorece la posibilidad de conseguir algunos objetivos concretos, estas se denominan razones instrumentales. Por otra parte, porque consideramos que son sistemas éticamente deseables, independientemente de los objetivos que queramos alcanzar. En este segundo caso, apoyamos la democracia por razones intrínsecas. En nuestro artículo anterior explicamos las razones instrumentales, en este, como prometimos, analizaremos las razones intrínsecas.
Entonces, ¿por qué posibles razones intrínsecas apoyamos la democracia? ¿Por qué consideramos que tiene un valor intrínseco?
Mucha gente cree que el valor de la democracia reside en que en un sistema democrático nadie está sujeto a ningún amo. No permitir que otros decidan cómo debes vivir es fácil - siempre y cuando vivas en una isla deshabitada. Sin embargo, cuando vives en sociedad, tu vida esta fuertemente condicionada por tu entorno social, cultural y económico. Si no puedes participar en las decisiones que afectan ese entorno, entonces otros serán los dueños de tu vida. Puesto que todos tenemos derecho a que nadie decida por nosotros cómo debemos vivir, todos deberíamos poder participar en las decisiones colectivas que afectan a nuestro entorno compartido. La democracia permite justamente eso.
Otra gente piensa que el valor reside en algo ligeramente distinto, consideran que existe un interés fundamental en que todos ocupemos una posición de igualdad dentro de una comunidad. Por ello, no bastaría con que a la hora de tomar decisiones sobre un entorno común un equipo de expertos o un mecanismo de inteligencia artificial tenga realmente en cuenta nuestros intereses. Ese interés fundamental requiere que se nos trate públicamente como iguales. Quienes no tienen la misma voz en la toma de decisiones colectivas tienen una buena razón para creer que se les está tratado como ciudadanos inferiores, incapaces de saber cuáles son sus propios intereses, y para pensar que, sea por un sesgo cognitivo o por cualquier otra razón, se está menoscabando sus intereses de alguna forma. Si todos tenemos la misma voz en las decisiones colectivas, la democracia también es buena para algo. Hay quien piensa que la democracia es terrible, si consideramos la calidad de las leyes que se aprueban. Y que la gente o sus representantes probablemente aprueban peores leyes que un gobierno de expertos que no haya sido sometido a ninguna votación. O incluso que la inteligencia artificial. Sin embargo, aunque reconocen que otras formas de gobierno pueden tener más posibilidades de elaborar buenas leyes o de obtener mejores resultados en algunas dimensiones relevantes, defienden que el valor intrínseco de la democracia compensa sus defectos instrumentales.
Si te fijas, estas visiones son incompatibles con la idea de que la democracia de mayorías es lo que realmente ES la democracia. Si crees que el valor de la democracia reside en garantizar que nadie decida por nosotros cómo debemos vivir, o en que todos seamos iguales, no puedes apoyar un régimen que permita la tiranía de la mayoría.
¿No estás de acuerdo? Nos interesa ecuchar tu punto de vista sobre el tema. Deja un comentario en nuestra entrada de Facebook y cuéntanos a nosotros y al resto de lectores por qué valoras tu la democracia. Y vuelve la semana que viene: hablaremos de la democracia directa y la de mayorías.